Editorial por Luis Molina
Las instituciones que en la actualidad dicen velar por los derechos humanos, por la niñez del mundo, por combatir el hambre y la sed, además de preservar la vida en el planeta, han fracasado. Son pobres los resultados de la mayoría de las organizaciones humanitarias y las frustraciones colectivas de activistas en todo el mundo, un reto muy grande a vencer, motivo por el cual no se ha consolidado casi ningún proyecto de paz.
Son poderosas las fuerzas de quienes tienen en sus manos las fuentes de producción industrial. Sin el control de éstas, el peligro de que surja en cualquier momento una guerra a modo sigue latente.
Mientras exista la industria de la muerte, es decir, las carreras armamentistas, los golpes de Estado, la producción indiscriminada de armamento y el esquema de producción económica, pocos serán los pasos para seguir avanzando como humanidad.
Millones en el mundo rechazamos seguir siendo cómplices porque la prevención de las hambrunas, la violencia de todo tipo, la falta de escolaridad y la garantía de un crecimiento hacia la adultez bajo las mejores condiciones económicas no se han logrado.
Las resoluciones internacionales para la protección de la población civil durante un conflicto armado de poco han servido. La ayuda humanitaria casi siempre llega demasiado tarde. Las masacres continúan, como la gran tragedia de la infancia en Palestina que no hay forma de borrarla.
La impotencia que estamos sufriendo millones en el mundo por los recientes conflictos armados en esa región árabe debería servir para organizar la mejor de las medidas que protejan a la humanidad de crímenes como los que se están cometiendo, no sólo en Palestina, sino en otros sitios en todos los continentes. Todavía no hemos avanzado cualitativamente en la protección a la vida.
El ser humano a tratado y vivido bajo todo tipo de gobiernos humanos y algunos con muy buenas intenciones, pero queda claro a través de la historia que ningún gobierno tiene la capacidad para erradicar de la tierra todos los problemas que vemos y mucho menos las enfermedades, solo el Reino de Dios, es decir el gobierno de Dios, eliminará todos los problemas de una vez en el futuro. Pero mientras tanto veremos la decadencia y las cosas peores cada día mientas este sistema de cosas continúe.