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El futuro de los pequeños comerciantes de EEUU en jaque por la guerra arancelaria de Trump

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Arlington (EE.UU.), 7 abr (ELINFORMADORUSA/EFE).-

A Donald Trump le parece que «arancel» es la palabra «más bonita» del diccionario, pero a los pequeños comerciantes de Estados Unidos la mera mención de esas medidas les hiela la sangre: temen que la nueva oleada de gravámenes dispare los precios y ahogue sus ventas.

El arancel global del 10 % impuesto por el presidente, y sobre todo, los adicionales a países como China, que asciende al 34 %, o a toda Unión Europea (UE), del 20 %, han provocado fuertes turbulencias en las bolsas de todo el mundo y amenazan con cambiar el modo de vida de los estadounidenses.

El sector del automóvil es uno de los más castigados. Los coches, camiones ligeros y autopartes importados por EE.UU. afrontan un arancel del 25 %, y entre los trabajadores cunde el pánico por las posibles consecuencias.

Loukas Michael, gerente de un concesionario de vehículos de segunda mano en la localidad de Arlington (Virginia), explica a EFE con angustia que está convencido de que cada vez va a poder obtener menos beneficio de sus ventas.

«Los precios de los coches de reventa están aumentando mucho. Va a ser muy difícil porque vamos a ver cómo aumenta la demanda, pero no vamos a tener dinero para comprar», vaticina.

Sabe que los vehículos que tiene ahora en su concesionario los va a poder vender por «un buen precio», pero sospecha que el incremento del valor de los reutilizados va a ser tan grande que no podrá comercializarlos como lo hacía hasta ahora.

«Todo está muy caro y va a estarlo más», lamenta con rabia Michael desde su pequeño despacho.

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Fuera, en la calle, se acumula uno al lado del otro su flota de coches, que incluye automóviles de fabricación estadounidense como Ford y Jeep, alemanes como BMW y Volkswagen, así como modelos de las marcas surcoreana Kia y japonesa Toyota, que, a partir de ahora, estarán sujetos a aranceles para entrar en Estados Unidos.

De hecho, casi la mitad de los vehículos vendidos en EE.UU. el año pasado, un 46 %, eran importados de otros países, según un estudio de S&P Global Mobility.

El mandatario ha impuesto un arancel del 25 % a Corea del Sur y uno del 24 % a Japón, dos de los principales exportadores de coches al país, por lo que se estima, de acuerdo con el grupo Anderson Economic, que el precio de los automóviles crezca entre 2.500 y 20.000 dólares.

La cesta de la compra, todavía más cara

No solo los coches se verán afectados. Estados Unidos no produce suficientes alimentos para autoabastecerse y todo apunta a que el precio de la cesta de la compra va a sufrir otro incremento, que se suma al de los últimos años, ya que muchos de los productos a la venta son importados.

Belinda, una mujer guatemalteca que vive en Arlington, cuenta a EFE a la salida de un supermercado que es consciente de que algunos de los artículos que compra habitualmente van a encarecerse.

En su cesta lleva plátanos y algunas verduras y señala que el encarecimiento de éstos puede crear una tendencia a consumir menos productos frescos.

«Lamentablemente, no hay suficientes frutas aquí, no producimos todo lo que consumimos. Yo no quiero cambiar mi dieta, pero creo que tendremos que ponerle más atención al precio total», apunta.

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Tras ella, Heather, que también acaba de hacer la compra, se muestra mucho más optimista: «Creo que van a subir los precios, pero no creo que vaya a ser para tanto».

Según cuenta a EFE, ella es funcionaria del Gobierno federal y, lo cierto, es que el precio de la comida no le preocupa tanto como la posibilidad de ser despedida, como ha ocurrido con otros funcionarios debido a la iniciativa del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) de Elon Musk.

Desempleo y aranceles

Esa es la situación de muchos de los habitantes de Arlington, ciudad cercana a Washington D.C., donde viven muchos funcionarios afectados por los despidos de DOGE.

En las primeras semanas de la Administración Trump, las peticiones de desempleo en las localidades colindantes a Washington D.C. se han disparado, y por eso vecinos como los de Arlington temen que ahora los aranceles afecten también a los productos que compran, muchos de ellos importados.

De hecho, cerca del supermercado, hay varias tiendas pequeñas que viven básicamente de vender productos de otros países. Muchas los traen de países latinoamericanos, a los que, en general, Trump ha gravado con un impuesto del 10 %.

Hay también tiendas de productos europeos, como España, Italia y Portugal, y alguna de Oriente Medio.

Sus trabajadores dijeron a EFE que están «preocupados» porque, aunque no saben cómo los aranceles afectarán a sus ventas, la incertidumbre ya lo impregna todo y empieza a hacer mella en el ánimo de los comerciantes.