Por: Roger Rivero
Cuando los entusiastas de los autos miran en retrospectiva, casi siempre tienen encomios para los modelos de la década de los sesenta, que consideran “verdaderas máquinas”. Los actuales Mustangs, Camaros o Corvettes sufren de esa secuela, y en ocasiones, los fabricantes han tratado de aliviar la nostalgia con ediciones “retro”. Con mayor o menor éxito hemos visto desfilar al Chrysler PT Cruiser, Chevrolet SSR, Volkswagen Beetle o el Ford Thunderbird por solo mencionar algunos. Todos, avergonzados de la eterna virilidad de las camionetas de la serie F, de Ford.
Ford ha encontrado el elixir de la eterna juventud para estas camionetas, y con ello, la fórmula infalible de completar récords de ventas, que han dejado a los inversores de la compañía con rostros de gozo durante casi 40 años, y a su competencia, especialmente General Motors, el mal sabor de un rival que parece inalcanzable. La Ford F-150 como la que probamos esta semana, ha sido el mejor vehículo vendido en Estados Unidos por 35 años. Otro dato que parece asombroso -y prometo parar con las estadísticas- es que la serie F de Ford, es el segundo vehículo en número de ventas mundiales con 35 millones, sobrepasado solamente por el archiconocido Toyota Corolla, por un par de millones de unidades.
¿Cuál es el secreto de Ford para el éxito? ¿Será pura casualidad, buenas estrategias de marketing o simplemente que la suerte los ha acompañado? A bordo de una F-150 Lariat, no he necesitado mucha asistencia para encontrar la respuesta. Esta es una camioneta con “todas las de la ley”. Un producto refinado en el cual se distinguen las interminables horas de investigación y prueba para complacer a un sector de consumidores cada día más exigente, y acaudalado.
El final de la segunda guerra mundial puso fin a la fabricación de camionetas basadas en autos, y Ford se disponía a llevar la producción de estos automóviles en una nueva dirección. A inicios de 1948, comenzaron las primeras F a fabricarse, en la misma planta donde se producían los bombarderos B-24. Eran máquinas sólidas, listas para el trabajo duro, y vendidas bajo el slogan “Hechas fuerte, para durar hasta la muerte”.
Poco tiempo después, Ford rompía con la fuerte conexión y estilo de las máquinas de posguerra, y debutaba plataforma única, con camionetas sencillas, y modernas, con estilo restringido y utilitario, muy diferentes a la de su gran rival, General Motors. Ford también se le adelantaba a GM con un motor en V-8 de 3.9 Litros, algo que la competencia todavía no tenía.
La segunda generación llegó en el 1953, y por primera vez, los nombres utilizados como F-1, F-3 o F-4, se consolidaban en los hoy archiconocidos, F-100, F-250 y F-350. Estas camionetas entraron realmente en la era moderna a finales de los años 50, con la tercera generación. Con un diseño de carrocería completamente integrado, comenzaron a tomar la forma que definiría la Serie F durante décadas.
Los primeros años de la década de los sesenta fueron complicados para estas camionetas, quizás los peores. Ford intentaba ahorrar en la producción, introduciendo un modelo “unibody” o monobloque, que ganaba fama por rumores de posibles complicaciones si se sobrecargaban. Ford corrigió con rapidez el camino, regresando en 1964 a las carrocerías regulares.
La sexta generación se inició en 1973, y demostraría ser posiblemente la generación más importante en la historia de estas camionetas. El nuevo énfasis de Ford en evitar la oxidación y el uso del acero galvanizado, se tradujeron en autos que podían tomar el castigo de trabajos duros por incluso más tiempo. En 1975, la F-150 fue introducida para reemplazar al F-100, y un año más tarde, superaba a Chevy como la camioneta más vendida de Estados Unidos. La F-150 se subía al trono, para no descender jamás.
Ford ha sido muy receptivo a las tendencias siempre cambiantes del consumidor norteamericano, donde nunca falta competencia. Desde mediados de la década de los ochenta y principio de los noventa, quedaba claro que el paisaje urbano comenzaba a plagarse de este tipo de automóviles. Las camionetas dejaban los caminos maltrechos y polvorientos, cargadas de heno y en remolque de equipos pesados, para integrarse en la “jungla de asfalto”, robando mercado entre sedanes y vanes, negociando espacios para estacionarse, y eso si, imponiendo en la carretera la regla del más fuerte.
Las camionetas, especialmente la Ford F-150, se convertían en el “Cadillac de los Cowboys”, y en el símbolo de “status” en la ciudad. En la actualidad, casi el 50% de las ventas de F-150 pertenecen a los acabados más altos, Lariat, Platinum and King Ranch. Los americanos están comprando más autos que nunca antes, y los bajos precios del combustible estimulan aún más el sector de las grandes y costosas camionetas.
Ford ha estado asiduamente a la avanzada, y aunque cautelosos, no han titubeado a la hora de arriesgar. La décimo tercera generación de la serie F llegó en el 2015, para adentrarse en el futuro. Fue la primera con el chasis completamente de aluminio. Setecientas libras menos de peso se han traducido en mayor eficiencia de combustible, aspecto al que Ford también ha destinado recursos, invirtiendo millones para lograr tecnologías como las de los motores turbo alimentados EcoBoost, capaces de generar los caballos de fuerza que solo motores de V-8 logran, pero con el consumo de un V-6.
Lo aquí contado solo es un esbozo. Se podrían escribir volúmenes sobre la historia de la serie F de Ford, y en especial de la F-150. No mencionamos derivaciones interesantes y algo descomunales como la SVT Raptor. No hemos tenido espacio para contar sobre las extensas pruebas a que algunos de estos autos son sometidos, antes de iniciar su producción masiva. Quizás no sea necesario. Con tantos años ostentando el galardón de “la preferida de América”, la serie F de Ford ha pasado la más dura de las pruebas, la del tiempo.