Editorial por Luis Molina
Hace unos días compartí una imagen en mi fanpage en la que hablaba de cómo el proceso del divorcio entre los padres afecta duramente a los niños.
Y es que muchos no entienden que el hablar mal de papá o hablar mal de mamá para nada es bueno ya que los pleitos de pareja lo único que hacen es destruir el estado anímico de los hijos.
Esta imagen me hizo reflexionar seriamente sobre el proceso del divorcio y si bien como periodista y cómo una persona de fe en Jehová Dios siempre he creído que el matrimonio es algo que debe cultivarse y llenarse de sentimientos positivos, donde reine la armonía, la paz, el buen trato pero sobre todo el amor.
Y no solo el amor de pareja sino también el amor hacia los hijos y demás miembros de la familia, si estos lazos no se refuerzan se pueden debilitar al grado de que el fino hilo de la familia se rompa y después se vean implicados en un largo proceso de abogados y custodias que los pobres niños no van a poder entender, pero si los va a marcar de por vida.
En fin es tan triste ver cómo una familia se separa y en medio quedan los hijos sufriendo, primeramente por querer tener a sus padres juntos pero no poder y en segunda por verlos pelear, hablar mal del uno o del otro y tener que dejar atrás todo lo que algún día construyeron juntos como familia.
Es momento de reflexionar y saber que lo mejor que puede hacer uno es ser una buena pareja, tratar de ser un buen padre o madre y si ya no quieren estar juntos mínimo no destruir la autoestima de los hijos, al contrario deben esforzarse más que nunca por ellos y dejar a un lado las diferencias porque si bien ya no serán pareja pero no dejarán de ser padres.