Una joven de 17 años testificó este viernes que «sólo rezó» y se cubrió la cabeza durante el tiroteo masivo que Ethan Crumbley perpetró en su secundaria de Oxford, Michigan, y que dejó cuatro estudiantes muertos y otros siete heridos en 2021.
«No sabía si esos eran mis últimos momentos», dijo Heidi Allen durante una audiencia para determinar si Crumbley debe pasar el resto de su vida en prisión sin posibilidad de libertad condicional.
Mientras Allen recordaba el horrible día en que ayudó a salvar a un compañero de clase herido, Crumbley, en uniforme naranja, miraba fijamente a la mesa de la defensa desde detrás de sus gafas de pasta negra.
Allen declaró que estaba doblando una esquina en un pasillo de la escuela cuando vio al atacante salir de un baño. Iba vestido de negro, con sombrero y máscara, pero Allen dijo que aún así sabía quién era. Habían asistido juntos a la escuela desde el comienzo de la secundaria, dijo.
«En ese momento se me pasaron un millón de cosas por la cabeza, pero sabía exactamente quién era. Pero, al mismo tiempo, pensé que era imposible que fuera él», declaró Allen.
«Todo se frenó para mí», dijo y añadió que se cubrió la cabeza y se tiró al suelo.
«Todo estaba muy tranquilo. No había gritos, nada. Sólo se oían los disparos».
Allen sintió que el atacante se acercaba a ella.
«Simplemente cerré los ojos y al final me di cuenta de que se había ido», dijo tranquilamente durante su testimonio mientras varios familiares de las víctimas lloraban en la sala.
Dos alumnas cercanas a ella estaban en el suelo. Otra chica del pasillo también estaba en el suelo.
«Pregunté a todo el mundo en el pasillo, desde donde yo estaba, si alguien estaba herido —testificó Allen—. Y nadie respondió porque no podían».
Nadie excepto Phoebe Arthur, que había estado en el pasillo con su novio. Arthur estaba llorando. Allen la ayudó a levantarse y buscó un aula abierta. Una vez dentro, Allen puso la cerradura nocturna en la puerta.
«¿Cómo sabías cómo colocar la cerradura nocturna?», preguntó un fiscal.
«Hacemos simulacros todos los años desde que comenzó la secundaria», dijo Allen.
En un simulacro, apenas un mes antes del tiroteo, una profesora pidió a Allen que instalara la cerradura nocturna en la puerta.
«No sabía cómo hacerlo —dijo—. Ella vino y me enseñó exactamente cómo hacerlo. Cuando llegó el momento, sabía exactamente qué hacer».
Allen declaró que llevó a Arthur al centro del aula. Había sangre por todas partes. Arthur había recibido disparos en el pecho y el cuello. Allen utilizó un suéter para aplicar presión sobre sus heridas.
Allen rezó con su compañera de clase. Recordó que pensaba que estaba destinada a salir ilesa en el pasillo: «Le pregunté si sabía quién era Dios y me dijo: ‘La verdad es que no’. Pero le dije: ‘Creo que se supone que debo estar aquí ahora mismo porque no hay otra razón para que esté bien, para que esté en este pasillo, completamente ilesa'».
Arthur sobrevivió. Más tarde, Allen puso a su compañera de espaldas al salir del aula para evitar que reviviera el horror.
«Acabo de ver cómo mataba a alguien»
Keegan Gregory, de 16 años, estudiante de primer año al momento del tiroteo, testificó este viernes que sobrevivió a la matanza mientras un compañero de clase que se escondió con él en un baño recibía un disparo mortal a pocos metros de distancia.
Gregory y Justin Shilling, que entonces cursaba el último año, se escondieron en un retrete antes de que Crumbley abriera la puerta de una patada y los encontrara. Shilling había pedido a Gregory que se escondiera con él y que se subiera al retrete para que el atacante no pudiera verle los pies. Shilling se colocó frente al estudiante en el retrete.
Gregory, mientras se escondía, enviaba frenéticamente mensajes en el chat de grupo de su familia.
«ESTOY ESCONDIDO EN EL BAÑO», decía el mensaje.
A continuación, envió una serie de mensajes de una sola palabra: «OMG… AYUDA… MAMÁ».
Su padre le contestó pidiéndole que se quedara quieto y tranquilo.
Él respondió: «ESTOY ATERRORIZADO».
En un momento dado, Crumbley abrió la puerta de una patada. Salió brevemente y luego regresó. El atacante dijo a Gregory que se quedara quieto y ordenó a Shilling que saliera del lugar. Gregory testificó que escuchó un disparo.
Escribió a su familia: «LO MATÓ. DIOS».
El atacante volvió al retrete y le dijo a Gregory que saliera, indicándole que se colocara cerca del charco de sangre que rodeaba la cabeza de Shilling.
«Cuando apartó el arma de su lado corrí a sus espaldas y salí por la puerta —testificó Gregory—. Me di cuenta de que si me quedaba iba a morir».
Gregory logró llegar a salvo a una oficina.
«LO VI MATAR A ALGUIEN. ME PUSO CONTRA LA PARED Y SALÍ CORRIENDO».
Gregory mostró al tribunal un tatuaje en su antebrazo, con la fecha del tiroteo en números romanos y cuatro corazones, uno por cada víctima. Uno de los corazones es rojo, con un halo sobre él, representando a Shilling.
«Si él no hubiera muerto ahí dentro —dijo Gregory—, yo estaría muerto ahora mismo».
La defensa no interrogó a estos dos testigos.
«Seré el próximo atacante escolar»
El emotivo testimonio se produjo un día después de los tensos intercambios entre una víctima del tiroteo y el abogado defensor que la interrogaba y tras la presentación, por parte de los fiscales, del audio de dos videos que Crumbley grabó antes de la matanza que llevó a cabo en su instituto con apenas 15 años.
«Me llamo Ethan Crumbley, tengo 15 años, y seré el próximo atacante escolar —se lo oye decir en el audio que se reprodujo ante el tribunal—. He pensado mucho en esto. No puedo dejar de pensar en ello. Está constantemente en mi cabeza».
Crumbley parecía mirar hacia la mesa de la defensa mientras se reproducía el audio.
En el segundo audio reproducido en la audiencia, Crumbley dijo: «Me la voy a pasar muy bien mañana».
Durante las grabaciones, Crumbley habló del declive de su vida y expuso con calma su plan mortal.
«Caminaré detrás de alguien y le dispararé una bala en el cráneo. Y esa será la primera víctima —dijo—. Abriré fuego contra todos los que estén en el pasillo (…) Intentaré alcanzar a tanta gente como pueda. Recargaré y buscaré gente escondida. Quiero enseñarles una lección de cómo están equivocados, de cómo les están lavando el cerebro».
La fiscal del condado de Oakland, Karen McDonald, dijo al tribunal este jueves que el enfoque premeditado de Crumbley antes del tiroteo y su propensión a la violencia son algunas de las razones por las que debería recibir una sentencia de cadena perpetua.
La abogada de Crumbley, Paulette Loftin, dijo que la defensa demostrará que Crumbley no está «irreparablemente corrupto» y que debería ser condenado a una pena de años de prisión.
El primer testigo de la acusación fue el teniente Timothy Willis, de la oficina del sheriff del condado de Oakland, que supervisó la investigación del tiroteo. Testificó que Crumbley burló la seguridad del dispositivo y accedió a un sitio web violento en una tableta de la cárcel en enero.
Cuando las autoridades descubrieron el historial de búsquedas, que Crumbley había intentado borrar del dispositivo, el adolescente dijo que no podía «resistirse» a visitar el sitio que había frecuentado antes del tiroteo, según el teniente.
El fiscal Marc Keast repasó con Willis un diario escrito a mano que fue recuperado de la mochila de Crumbley en un baño de la escuela después del tiroteo, destacando extractos sobre sus planes, que fueron escritos semanas y meses antes de la matanza.
Crumbley ejecutó con éxito muchos de los planes que esbozó en el diario, dijo Keast al tribunal.
Una entrada decía: «Quiero disparar a la escuela tan j*******e mal».
«La primera víctima tiene que ser una chica guapa con futuro para que sufra como yo», escribió Crumbley en otra. La primera víctima del tiroteo fue Arthur, según confirmó el teniente.
«Seguiré disparando a la gente hasta que la policía irrumpa en el edificio —escribió Crumbley—. Entonces me entregaré y me declararé culpable de cadena perpetua».
Crumbley se declaró culpable en octubre de un cargo de terrorismo, cuatro cargos de asesinato en primer grado y otros 19 cargos derivados del tiroteo masivo.
La semana anterior a matar a sus compañeros, Crumbley buscó en Google una serie de preguntas sobre la pena de muerte y las penas de prisión para los jóvenes de 15 años en Michigan.
En el interrogatorio del teniente Willis, Loftin leyó anotaciones del diario del atacante en las que expresaba su deseo de recibir ayuda para poner fin a sus sentimientos negativos.
«Todo lo que uno de mis profesores tiene que hacer es enviarme a la oficina y… puedo conseguir ayuda —escribió Crumbley—. Una llamada y eso puede salvar muchas vidas. Mi maldad se ha apoderado totalmente de mí y antes me gustaba, pero ahora no quiero ser malvado. Quiero ayuda, pero mis padres no me escuchan, así que no puedo conseguirla. Me siento como en un pequeño bucle de tristeza».
Este jueves por la tarde, Molly Darnell, que en aquel momento era educadora en la escuela, testificó que se quedó mirando a Crumbley a través de una ventana de cristal antes de que él levantara y le apuntara con su arma.
Darnell dijo que estaba intentando poner un mecanismo de seguridad para bloquear una puerta cuando de repente saltó hacia la derecha. Una bala le atravesó el brazo izquierdo. Meses después se dio cuenta de que la bala probablemente le habría alcanzado el corazón si no hubiera reaccionado rápidamente.
Darnell envió un mensaje de texto a su marido: «Te quiero. Atacante activo», declaró.
Como adulto, Crumbley sería condenado a cadena perpetua sin libertad condicional, la pena más dura según la ley de Michigan. Como es menor de edad, el tribunal tiene que celebrar una audiencia para considerar si debe tener la oportunidad de una eventual puesta en libertad.
Los fiscales sostienen que Crumbley merece cadena perpetua sin libertad condicional. Los abogados de Crumbley presentarán factores atenuantes, como su edad, su vida familiar y la posibilidad de que pueda rehabilitarse, para argumentar que la cadena perpetua sin libertad condicional es desproporcionada.