Opinión por Héctor Loya
En la apariencia, Biden y AMLO se han entendido bastante bien, Biden aceptó aterrizar en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, luego de un inicial regateo, e invitó a López Obrador a dialogar durante más de una hora a bordo de la mítica masa rodante de máxima protección y sofisticación llamada La Bestia.
AMLO por su parte hizo planteamientos de corte latinoamericanista, suplicando al visitante a asumir un rol de integración continental e incluso llamando a terminar con ese olvido, ese abandono, ese desdén hacia América Latina.
Concluyendo la reunión bilateral, espléndida conversación, de entre las que se han presenciado sin duda la del fin de semana pasado es por mucho la más productiva y cordial entre los presidentes Biden y López Obrador.
¿Cómo se traducirá esa aparentemente muy buena relación entre los presidentes, a uno de los cuales sus opositores le auguraban tiempos tormentosos por no haber aceptado y felicitado con rapidez políticamente correcta los resultados de unas elecciones tan “trumpicadas”?, ¿Qué estará consiguiendo López Obrador?,¿Realmente será esta una amistad cordial y venidera en los tiempos futuros?
Lo único real de esto es que se trata de diplomacia y cuando ambos mandatarios deben de respetarse como es protocolariamente y hacer a un lado dos problemas evidentes causados mutuamente entre las dos naciones, por un lado una crisis migratoria que deja a miles de migrantes varados del otro lado del charco y que López Obrador debe combatir y por el otro lado una severa crisis de tráfico de estupefacientes, principalmente de Fentanilo procedente de México que cada día afecta más a la población estadounidense.
En fin amistosos o no en estos encuentros no queda más que mostrar la mejor sonrisa y disimular los problemas que le acarrea una nación a otra por el bien de la política y la diplomacia.