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Opinión: Casa editorial El Informador
En estos tiempos y ahora más que nunca hace falta reflexionar sobre la importancia y el valor que se le debe dar a la familia, pilar sin el cual no existiría ninguna sociedad en el tiempo actual.
La familia es el lugar donde el sentimiento de cariño y comprensión lleva a que cada persona sea aceptada y amada con sus virtudes y sus defectos, y bajo esta realidad crezca y se desarrolle como individuo.
La familia es el todo y la nada a la vez. Es el todo porque es nuestra esencia misma, nuestra forma de ser, nuestro pasado y nuestro futuro. Es la nada, porque sin su existencia estaríamos perdidos. Iríamos sin rumbo y sin identidad.
Por eso la familia es tan importante, porque reproduce valores, saberes y tradiciones que enriquecen al hombre y a la mujer desde el seno de la misma y eso se traslada y hereda de generación en generación.
Sin embargo, no todo es positivo, cualquier reflexión no debe desconocer y lamentar que la sociedad en la que hoy vivimos muestra signos de debilidad y sobre todo pérdida de valores, que tienen que ver con la degradación que desde hace muchos años se hace de la familia.
Hoy las familias reciben una fuerte influencia negativa del entorno, de los medios de comunicación y de las redes sociales que presentan modelos que atentan contra la fortaleza de sus raíces, con esquemas muy lejanos a los de un modelo basado en la unidad familiar.
Pensar y trabajar en la construcción de una familia que responda a la edificación de valores, no sólo sería un instrumento de transformación de la sociedad actual, sino un elemento de superación personal.
Si bien es cierto que la realidad actual trajo consigo cambios en la forma de vida, no se debe desatender a los valores como base de la institución familiar, la cual se verá transformada en un fuerte pilar para nuestra sociedad y un semiento que podrá sostener a las nuevas generaciones.
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