
Opinión por Héctor Loya
El 11 de febrero se celebró el Día Internacional de la Mujer en la Ciencia, una fecha en la que se reivindica el papel de la mujer y la igualdad de género en este campo.
Si nos preguntan por los grandes científicos de la historia, nos vienen a la mente nombres como Isaac Newton, Nikola Tesla o Albert Einstein. Sin embargo, a lo largo del tiempo, muchas mujeres han hecho méritos suficientes para figurar en esa lista, como Hipatia de Alejandría, Jane Goodall, Nubia Muñoz o Ada Lovelace. Grandes científicas, muchas veces ignoradas, cuya contribución en distintas ramas de la ciencia ha sido fundamental.
Marie Curie es un ejemplo excepcional: una mujer espectacular que fue capaz de ganar dos premios Nobel, uno de Física en 1903 junto con su marido y otro de Química en 1911, en solitario. Descubrió el radio y el polonio y midiendo la radiactividad. Un ejemplo magnífico de una mujer de ciencia en una época en la que a las mujeres no se les permitía casi nada. Y aún hoy, sigue siendo difícil para ellas recibir los galardones que merecen en estas disciplinas.
Desde temprana edad, muchas niñas sueñan con estudiar medicina, adentrarse en el increíble mundo de la exploración y la investigación en química, física, biología y muchas otras disciplinas maravillosas de la ciencia. Sin embargo, el entorno en el que crecen insiste en cuestionarlas: ¿por qué no elegir actividades más sencillas, menos peligrosas o más femeninas?
Existen fuerzas invisibles en nuestra sociedad que destruyen vocaciones por falta de ejemplos, apoyo y por los prejuicios persistentes. Estas fuerzas, aunque invisibles, son perfectamente perceptibles: las expectativas de sus familias, los roles de género y la ausencia de políticas de igualdad.
Es necesario reformular la educación, convenciéndolas de que pueden y deben tener un papel protagónico en las ciencias, esenciales para el desarrollo humano. Parte de la solución está en acercar a las estudiantes a estas disciplinas mucho antes de su ingreso a la universidad.
No es solo la escuela, es la sociedad. Es aquí donde hay que hacer el esfuerzo de animar, impulsar, normalizar y ofrecer ejemplos y oportunidades a las niñas, resaltando el valor que aportan, siendo quienes representan el 51% de la población mundial. Hoy más que nunca, en este contexto, es importante que formen parte de grandes transformaciones. Todos los sueños son alcanzables cuando la lucha es intensa y constante.
La vinculación e inclusión de niñas y mujeres en las disciplinas de investigación debe ir de la mano con la realización de sus aspiraciones. No es sano ni justo forzar a toda una generación a definir su futuro basándose en las expectativas de los demás o en las ideas de una sociedad que desconoce sus gustos, pasiones e intereses.