Editorial por Héctor Loya
Hace unos días a través de nuestro portal de Facebook se proyectó una transmisión en vivo en la cual se podía observar a una mujer que trabajaba a la par de su esposo en los viñedos en los campos en Michigan, un trabajo que es fácil describirlo, pero difícil de hacerlo.
Eso me hizo pensar en las miles de mujeres que trabajan no solo en los Estados Unidos, sino en todo el mundo para la industria del campo. Y es que es realmente admirable como no tienen miedo a ensuciarse, a quemarse por el sol, a mojarse bajo la lluvia, al frío y a lastimarse sus manos haciendo un trabajo que es difícil y duro.
Un aplauso y todo nuestro reconocimiento para esas mujeres que trabajan y además atienden a sus familias, a esas mujeres que al llegar cansadas a su casa sacan fuerzas para atender a sus maridos y a sus hijos y se van a descansar para después levantarse una vez más y comenzar la jornada de nuevo.
Qué triste que el gobierno no piense en eso y no premie ese valor por el simple hecho de no tener un estatus legal en el país, en fin, como muchas y muchos de ellos lo han dicho que, aunque no los apoyen ellos seguirán ganándose la vida honradamente.
Gracias a todas ellas por lo que hacen, les aseguro que todo el que esté leyendo este editorial al momento de comer una fruta o verdura recordarán estas líneas y se les vendrá a la mente esas guerreras que dejan todo por ganarse la vida y que tengamos comida en nuestros hogares.
Nos leemos la próxima.