Editorial por Héctor Loya
En Michigan algo no está jugando en nuestro favor y sabemos qué es, el coronavirus. La estrategia no ha funciona porque el brote del coronavirus ha crecido exponencialmente y mucha gente está muriendo, está infectada, otras tantas aterrorizadas y muchas molestas por la tardía decisión y una extraña cuarentena por parte de la gobernadora.
La pandemia del coronavirus es parecida a un juego de futbol ya que cuando los aficionados ven la transmisión de un juego en la televisión, todos se creen directores técnicos y hoy por hoy tenemos más epidemiólogos en el Facebook que en los hospitales porque todo mundo opina.
En Michigan apenas comenzamos a comprender esta lógica, y la respuesta de los expertos es el aislamiento, los hábitos saludables de higiene y la solidaridad. Es increíble que en pleno siglo XXI la mejor opción para salvarnos sea lavarnos las manos, lo que se ha convertido en los últimos días en una ética política del jabón.
Pero seamos sinceros, aislados ya estábamos, no necesitamos hacer un gran esfuerzo porque la vida en el mundo moderno está diseñada para que cada quien se preocupe por su pellejo, el mismo Estado le dio garantías a cada individuo para acabar con la vida comunitaria.
Es irónico que ahora nos pidan empatía y solidaridad, cuando tenemos una tradición de años condicionados al individualismo.
Por otro lado, los hábitos saludables como lavarse las manos y limpiar la casa se han convertido en una misión sagrada. Algo que ni siquiera se debería mencionar, ahora es el eje de la estrategia de salud púbica.
Me imagino a los asesores preguntándose ¿qué haremos? ¡Pues que la gente se lave las manos!, ¿No se puede hacer nada más? La respuesta está en los silencios.
Lamentablemente los gobiernos no hablan de tener más medicamentos o de una vacuna, no hablan de invertir más en equipo, no, la estrategia es confinar a las familias en sus casas para evitar el contagio por contacto. No hay de otra, parece que el sistema de salud de la nación más poderosa no da para más.
Según el epidemiólogo Mark Woolhouse dice que no hay todavía una estrategia de salida para la pandemia en los gobiernos del mundo. Ante la pregunta ¿cómo vamos a regresar a la normalidad?, existen tres opciones, superar la pandemia con la vacunación o que un número suficiente de personas desarrollen inmunidad tras contraer la infección o cambiar permanentemente los hábitos.
Lamentablemente la clase baja y media son los más afectados, porque tarde que temprano tendrán que salir a trabajar y enfrentar el coronavirus como un riesgo más, porque el coronavirus se trata de uno entre muchos que ya tienen que vivir. Los operadores, los trabajadores del comercio, los mensajeros, los choferes, los meseros, los empaquetadores, los vendedores, en fin, las personas que viven al día, para ellos y ellas no hay coronavirus que detenga la necesidad de salir a trabajar, ellos son los sin-salida, los que, a diferencia de la clase alta no tienen alternativa ahora, ni la han tenido antes, porque un rico se aísla en cuarentena y no tiene que trabajar, el pobre no tiene esos privilegios.
Sí, hay que lavarse las manos y hay que extremar precauciones sanitarias, pero también debemos ser solidarios y voltear a ver a los sin-salida que todos los días están en la calle buscando la vida, es hora de ayudar lo más que se pueda. Un día –y ese día llegará pronto– nos dirán que ya pasó todo; hasta entonces, debemos actuar con solidaridad con quienes más lo necesitan. Después de la contingencia, ojalá que lavarse las manos y ayudar al prójimo se hagan costumbre.
¡Nos leemos la próxima!