Los Ángeles, 19 ene (EL INFORMADORUSA/EFEUSA).- El legado en materia migratoria del presidente Barack Obama quedó lejos de lo prometido y esperado cuando llegó a la Casa Blanca hace ocho años y su futuro está más que en entredicho si se cumplen las promesas electorales de Donald Trump, aseguran varios expertos.
«Ahora mismo todo su legado es incierto por la situación política del país. No sabemos ciertamente que harán los republicanos con todos los programas que Obama estableció», dice a Efe Julian Zelizer, profesor de Historia y Asuntos Públicos de la Universidad de Princeton.
Esta incertidumbre se ha apoderado de unos 750.000 jóvenes indocumentados que están protegidos por el programa de Acción Diferida (DACA), una de las pocas herencias positivas que la Administración Obama habría dejado en el área de inmigración, según activistas.
«A nosotros (los inmigrantes) nos deja casi tres millones de deportaciones y una maquinaria de deportación sin precedente. Le otorgó más autoridad a las ciudades para deportar», advierte Pablo Alvarado, director de la Red Nacional de Jornaleros (NDLON).
Según datos del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE, en inglés), más de tres millones de inmigrantes fueron deportados en el país entre 2008-2016.
Por este motivo, el influyente grupo hispano Consejo Nacional de la Raza (NCLR), le denominó «deportador en jefe», calificativo que probablemente no debió sentar bien a Obama, que llegó a la Casa Blanca con la promesa de hacer de la reforma migratoria integral una de sus «principales prioridades» durante su primer año de mandato.
Sin embargo, y a pesar de que las dos cámaras del Congreso estuvieron bajo dominio demócrata hasta 2011, el presidente se decantó por centrar sus esfuerzos en aprobar su programa estrella, la reforma del sistema de salud.
«Yo imagino que hubo una conversación con Obama y sus asesores y le dijeron al final esos indocumentados no van a poder votar, los favorecidos por el sistema de salud si, pero pudo hacer las dos cosas», insiste Alvarado
Ya sin el control en el Capitolio, en 2013 se aprobó en el Senado un proyecto bipartidista de reforma migratoria, pero este plan quedó en el limbo cuando llegó a la Cámara de Representantes. Y ahí sigue varado.
Sabedor de que tendría difícil sacar adelante la reforma migratoria, Obama se lanzó en el verano de 2012 a proteger con DACA a miles de jóvenes indocumentados que llegaron al país de la mano de sus padres indocumentados.
Hasta ahora ese es el gran triunfo de Obama en esta materia, dar un permiso de trabajo y residencia temporal a estos indocumentados, y ya ha avisado a Trump de que levantará la voz si éste cumple su promesa electoral de atacar a este colectivo e incluirlos en su plan de deportaciones masivas.
Aunque ha suavizado su tono con respecto a los «soñadores», Trump no termina de garantizarles que podrán mantener su estatus legal, al tiempo que insiste en su deseo de levantar un «gran muro» en la frontera con México y deportar a millones de indocumentados.
Intentó ir Obama en 2014 más lejos y ampliar DACA y abarcar a un mayor número de «soñadores» e incluir también a sus padres, hasta alcanzar la cifra de cerca de cinco millones de indocumentados, pero estas dos medidas ejecutivas (DACA y DAPA) fueron paralizadas judicialmente por 26 estados.
Investigadores como el profesor Raúl Hinojosa, de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA, en inglés), asegura que el calificativo de «deportador en jefe» es injusto para Obama, que también ha tenido que lidiar con la «crisis humanitaria» que supuso la llegada masiva de familias y menores centroamericanos a la frontera sur en los tres últimos años de mandato.
«No podemos hacer una comparación (en el número de deportaciones) porque las cifras de gobiernos anteriores no contaban con las expulsiones hechas desde la frontera, eso es un mito», sostiene.
Hinojosa advierte que Obama tuvo que aplicar leyes heredadas de la administración Bush, como la norma de 2006 que exigía a ICE mantener una cuota promedio de detenidos bajo custodia, aunque también es cierto que creó el programa Comunidades Seguras, que permitió que muchos indocumentados terminaran en manos de ICE.
Para el presidente del Senado de California, Kevin De León, el legado de Obama no se puede ver sólo por el lente de inmigración. La recuperación económica, la defensa de las minorías y sus derechos, y la ley de salud, entre muchos de sus programas, ayudaron a la comunidad inmigrante y latina.
«Si estas medidas son revocadas por la nueva administración, décadas de avances y progresos se irían a la nada y representarán un peligro a la existencia de millones de personas en nuestro país», avisa.
Obama se postuló como un líder transformador y que podría cambiar el espíritu del país en una manera más progresista. Tanto Hinojosa como Zelizer creen que en el demócrata ha logrado dejar un gran legado y llegan a compararlo con Franklin D. Roosevelt.
La diferencia entre los dos Gobiernos estaría en la visión, mientras Roosevelt logró dejar asegurado el desarrollo de sus programas y un partido consolidado, Obama vio el fracaso de su sucesora Hillary Clinton y deja en riesgo programas como DACA.
Alvarado asegura que la gran deuda del presidente es la reforma migratoria y que «su gran error fue querer conciliar y esperar que los radicales aceptaran a los inmigrantes y las minorías».
Hinojosa ve el panorama de una forma más optimista y cree que la retórica extrema de la nueva administración y de la legislatura serán las que darán más empuje al legado de Obama.
El partido de Trump «no va a poder cambiar los programas, porque no tiene qué ofrecer a cambio. Como en el seguro de salud, con los ‘soñadores’ va a tener que dejar los programas porque no hay otra opción», opina.