Nueva York, 30 jun (ELINFORMADORUSA/EFE News).-
La historia, publicada este lunes por The New York Times, ilustra lo impredecible de los costes médicos en el país, incluso en medio de una pandemia en la que las autoridades han tomado medidas para que todo el mundo pueda hacerse pruebas y ser tratado.
Pam LeBlanc y Jimmy Harvey planeaban hacer un viaje con un grupos de amigos por la costa de Texas, por lo que decidieron como precaución hacerse las pruebas de la COVID-19 antes de partir.
Para ello acudieron al centro Austin Emergency Center, donde a ambos se les tomaron muestras, que resultaron negativas.
Las facturas, sin embargo, fueron muy distintas. Harvey, que decidió pagar en efectivo, tuvo que abonar 199 dólares en el momento de hacerse la prueba. LeBlanc, mientras, dio la información de su seguro médico y, posteriormente, recibió una factura de 6.408 dólares.
«Asumí, como una tonta, que sería más barato usar mi seguro que pagar en efectivo», dijo LeBlanc al Times, lamentando que el coste en su caso terminase por ser 32 veces mayor que el de su amigo, por el mismo servicio.
Su aseguradora negoció la factura con el hospital y logró rebajarla a 1.128 dólares, de los que a ella le correspondería abonar 928 dólares, con la mayor parte del coste asociado a laboratorio que se encargó de analizar las muestras.
Al final, con la información del precio pagado por su amigo, LeBlanc consiguió negociar su factura hasta los mismos 199 dólares y, tras contar su caso a una televisión local, su aseguradora comenzó a investigar los cargos y la mujer terminó por no tener que pagar nada.
Consultada al respecto de lo ocurrido, una portavoz del Austin Emergency Center explicó que la clínica se ve obligada a cobrar precios altos dado que las aseguradores habitualmente sólo pagan una pequeña parte de las tarifas.
En lugares de Estados Unidos, por ejemplo Nueva York, que ha sido el gran epicentro de la pandemia del coronavirus en el país, es posible hacerse pruebas de la COVID-19 de forma gratuita, mientras que en general los pacientes no tienen que asumir los copagos que puedan corresponderles habitualmente.
La situación, sin embargo, cambia de forma muy importante de un lugar a otro y en función de las circunstancias, ya que a diferencia de otros países Estados Unidos no tiene un sistema público de atención universal.
El Estado, sin embargo, sí facilita programas de cobertura sanitaria para muchas personas, por ejemplo de la tercera edad o población con pocos recursos económicos.