Por Luis Molina / El Informador
«Hola, Buenos días, ¿En qué puedo ayudarle?» estas sencillas palabras marcan una gran diferencia a la hora de evaluar el servicio que nos brindan cuando visitamos un negocio. La verdad es que a todos nos viene bien la cordialidad e incluso un simple «gracias» o «por favor» puede cambiar el ánimo o humor que tengamos.
Sin embargo, es lamentable como muchos empleados de diferentes establecimientos se olvidan de que su principal fuente de ingreso son los clientes y los tratan con la punta del pie.
Este tipo de acciones repercute directamente en la reputación que se forja el negocio. Aunque el producto o servicio que ofrece el establecimiento sea muy rico (hablando de comida), pero si el trato al cliente es pésimo, siendo sinceros no existe ningún consumidor que quiera estar en un lugar donde lo traten mal. El cliente paga, y paga por un excelente servicio y productos de calidad.
Como bien dice el dicho: «Hasta los frijolitos caldudos son un manjar si se come en sana paz».
La realidad es que si los empleados o incluso los dueños nos reciben de malos modos nunca los recomendaremos, lo que haremos será difundir con nuestros conocidos la mala experiencia que pasamos.
Por eso dueños de negocios y empleados, deben de asegurarse que la amabilidad y la cordialidad sean su sello característico. No permitan que sus problemas personales afecten el trato que le dan a quienes los visitan. Recuerden que la cara que muestren a las personas en su negocio es la impresión principal que se llevarán. No lo olvide: «No hay segundas oportunidades para cambiar la primera impresión».
En conclusión asegurémonos de darle al cliente el valor que merece. Claro, sabemos que también hay una clase de cliente que es muy difícil. Pero que no quede por nuestra parte darle el mejor servicio.
A la larga los beneficios que se cosecharan serán grandes y si su sello principal es un buen trato; tenga la seguridad que le ira mejor que a su competencia.