Washington, 30 jul (ELINFORMADORUSA/EFEUSA).-
El documento, titulado «Iluminando el trabajo de verano: una primera mirada a los empleadores que usan los visados de trabajo de verano J-1», analiza la situación de quienes llegan al país amparados por ese programa, que solo el año pasado cobijó a 104.512 trabajadores.
«A los defensores, trabajadores y legisladores nos han mantenido en la oscuridad, socavando los esfuerzos para proteger a los trabajadores J-1», advirtió en una conferencia telefónica Rachel Micah-Jones, presidenta del International Labor Recruitment Working Group (ILRWG), una coalición de organizaciones y académicos que busca proteger los derechos de los trabajadores.
Micah-Jones advirtió que los beneficiados de este programa, cuya edad promedio es de 21 años, trabajan como cajeros, recepcionistas, cocineros, encargados de limpieza o sirven helados, entre otros oficios.
«Son reclutados en sus países (República Dominicana, Irlanda, China)», explicó la experta, al advertir que los reclutadores o empresas patrocinadoras les cobran «miles de dólares» con la «promesa de un intercambio cultural».
Pero -prosiguió- «cuando llegan a Estados Unidos, encuentran condiciones claramente diferentes a la promesa de ‘intercambio cultural'», que «pueden amenazar su seguridad y sustento».
La investigación indicó que en 2015 del total de 332.540 visados J-1, 94.983 correspondieron al programa de verano, con beneficiados procedentes de 141 países, de los cuales un 55 % eran mujeres y 45 % hombres.
Irlanda, con 7.001 visados asignados en 2015; Bulgaria (5.974), China (5.795), Rumanía (5.371) y Ucrania (5.348) encabezan la lista de países de origen de los seleccionados.
Entre empresas que contratan a estos empleados temporales destacan Disney (2.355), Cedar Fair Park (2.340), Mc Donald’s (1.735), los parques de atracciones Six Flags (1.580) y las instalaciones de parques naturales Xanterra Parks and Resorts (1.257), según las cifras de 2015. En total para ese año, 15.899 compañías contrataron trabajadores amparados con este visado.
La investigación apuntó la necesidad de regulación de este programa, descrito como popular entre los empleadores por encima de las visas temporales H-2B.
De igual forma, indicó que está contribuyendo a desmejorar las condiciones de los sitios de trabajo mediante la subcontración, las franquicias y otros arreglos que han hecho a los trabajadores «más vulnerables a abusos y a tratamiento desigual».
Además, el estudio denunció que los empleadores han usado este programa para alterar las limitaciones numéricas de contratación establecidas en otros programas de trabajo temporal, como el H-2B.
«Regulaciones inadecuadas y la prácticamente inexistente aplicación del programa SWT expone a esos jóvenes trabajadores a niveles de riesgos inaceptables», puntualizó el estudio.
El documento apuntó que los trabajadores «rutinariamente reportan quejas sobre el trato en EE.UU., incluidas condiciones deplorables de trabajo y de vida» y una distorsión entre la naturaleza del trabajo que realizan y los beneficios que reciben.
En ese sentido, recomienda que el programa cumpla la misión de intercambio cultural bajo el cual fue creado en 1961 y que tenga una efectiva supervisión y transparencia frente a las partes interesadas y el público.
«La famosa frase que cubre este programa que dice ‘Visa de intercambio cultural’ no es más que una falsedad», dijo a Efe Oliver, un trabajador dominicano que ha participado en dos ocasiones, en 2014 y 2015, en esta iniciativa.
Oliver aseguró que ese visado es utilizado «para los empleadores obtener beneficios del Gobierno y el Gobierno en sí obtener beneficios», al suplir la escasez de mano de obra.
Según relató, su primera experiencia fue contratado en un parque de diversiones en Ilinois, que fue «un desastre», mientras que en su segunda visita trabajó de cocinero, pero antes debió hacerlo en la construcción hasta que se acabó de acondicionar el lugar, que aún no había abierto sus puertas.
«Fui víctima de explotación por parte de mis empleadores», se quejó este joven de 24 años, quien aunque admitió que desde siempre soñó con trabajar en EE.UU., señaló que en su experiencia «nunca existió» un intercambio cultural real.
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