Editorial por Luis Molina
Parece una red social inocua, asistimos a TikTok como un lugar donde aparentemente nadie discute y, principalmente, se baila con una gran y sobreactuada sonrisa. De hecho, el contenido que más destaca de la aplicación es ese mismo: el baile, las coreografías al ritmo del último éxito musical y la perversidad.
Lejos quedan aquellos tiempos en los que a los adolescentes les daba vergüenza bailar o llamar la atención y del pudor ni se hable. Ahora, para estar de moda y lograr la validación del entorno a través de muchos corazones o likes, hay que realizar las tendencias del momento.
Para nadie es un secreto que la tecnología va a un ritmo mucho más rápido que las normas que podemos implementar, y esta está al alcance de nuestros hijos.
Una tecnología que muchas veces permanece sin filtros ni restricciones de edad. Porque nosotros como adultos sabemos lo que se puede ver en TikTok, ahora imagínense la cantidad de contenido no supervisado que está al alcance de la juventud.
Esta red es altamente adictiva y, aunque exige que los menores tengan al menos 13 años de edad para crear un perfil, cualquiera puede acceder a ella. En este sentido, existe el riesgo de que se expongan demasiado algunos menores cuentan su vida y dan detalles de ésta, como el lugar en el que viven, el colegio al que van o los sitios que visitan habitualmente.
Si la cuenta del menor es pública, puede recibir mensajes privados de cualquier persona sin ninguna restricción.
Sin darnos cuenta, nuestros hijos pueden estar entrando en un agujero negro del que luego resulta muy difícil salir. Hablen con ellos, pregúnteles y sean el primer muro de contención.
Por eso TikTok es salvaje y hasta peligroso. Porque dicha red parece inofensiva y no se ve venir lo negativo que promueve: normaliza la mofa, el plagio, la vulgaridad y la necesidad de hacer lo que hace todo el mundo para no sentirse fuera de juego.
Tenga cuidado con lo que usted ve y cómo la usa y también tenga cuidado con sus hijos.