Opinión por Héctor Loya
El día 20 de enero de 2025, la historia cambió ya que inició el segundo mandato de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y, aunque anteriormente México lidió con muchos de sus planteamientos en el tema de migración, también es cierto que las condiciones sociales, políticas y personales del presidente norteamericano son muy distintas al periodo de gobierno anterior de 2017 al 2021, donde su administración implementó medidas drásticas como la política de “tolerancia cero” que tuvo como resultado la separación de miles de familias migrantes.
Durante el primer gobierno de Trump se deportaron a 935 mil personas, lo que equivale a 233 mil personas por año, sin duda una cifra muy alta, pero muy lejana de los 375 mil por año que deportó Barack Obama a quienes sus críticos le denominaban El deportador en jefe. Como puede verse, el demócrata Obama hasta el momento, ha sido el que mayor cantidad de deportaciones ha realizado.
A pesar de los datos que les comenté, debemos ser prudentes a la hora de considerar que el comportamiento del presidente Trump será igual, sobre todo porque las condiciones son distintas, ya que ganó con un abrumador voto, tanto en los colegios electorales como en el llamado voto popular, también tiene mayoría en ambas cámaras y, aunque pudiera existir un grupo de miembros prominentes del partido republicano que no estén contentos con sus posturas, también es un hecho que movimiento MAGA ha generado su propia fuerza al interior del partido y fuera de él.
Más allá de los números absolutos, también debemos analizar el enfoque propuesto, ya que Trump priorizó la deportación de familias enteras y el endurecimiento en el proceso de asilo. En el pasado, este estilo de deportaciones generó tensión en varias ciudades fronterizas. Con la implementación del programa Remain in México el cual logró que miles de migrantes tuvieran que solicitar asilo en territorio mexicano para esperar mientras sus casos eran procesados, provocando una crisis humanitaria importante.
Por sus condiciones naturales y la posición geográfica, las poblaciones fronterizas tienen una serie de retos y desafíos significativos que, afortunadamente, por la vocación de ciudad y el carácter noble de sus habitantes, han podido sortear adecuadamente muchos de los retos que han enfrentado; sin embargo, las deportaciones masivas podrían agravar las condiciones actuales de los albergues, sin olvidar la presión sobre los recursos disponibles, tanto económicos, como humanos y materiales.
También es importante comprender que las condiciones han cambiado con relación a los primeros cuatro años de Trump, las dinámicas migratorias han cambiado y, debido a las condiciones globales, muchas economías locales en Estados Unidos dependen de la mano del migrante para salir adelante o para atender condiciones irregulares o emergentes; tal es el caso de la cantidad de personas que se requiere para reconstruir las comunidades al sur de California después de los incendios; esto, solo por poner un ejemplo.
La postura del gobierno mexicano es determinante para enfrentar este tipo de desafíos; un ambiente que muestre la inteligencia diplomática se vuelve fundamental, sobre todo si consideramos una base de cooperación y no de sumisión para evitar empoderar al mandatario norteamericano que suele ser bueno a la hora de establecer condiciones de negociación.
Para finalizar, considero importante traer a la discusión una gran frase de Amin Maalouf sobre la migración y la mejor manera de verla, «Las migraciones dan al mundo su riqueza. Es el encuentro de culturas lo que enciende la creatividad y fortalece la humanidad».