Opinión por Hector Loya
Hoy vivimos en un mundo más rico, pero también más desigual que nunca y lo digo porque no todos tienen las mismas oportunidades y los mismos accesos tanto económicos como sociales.
Lamentablemente existen en el mundo 800 millones de personas que aún viven en situaciones de pobreza extrema, y no es necesario ir a lugares como África o la India, en México y EEUU también existen escenarios desolados y sumamente sumergidos en la miseria, al igual que en todo el mundo.
La desigualdad y la discriminación son algunos de los desafíos que definen al mundo actual. No solo representan un obstáculo para la realización del derecho al desarrollo, sino que también se encuentran entre las principales amenazas para la paz, la seguridad y los derechos humanos en todo el mundo.
Las amplias brechas entre el empoderamiento económico y la oportunidad de las mujeres y los hombres también siguen siendo generalizadas en todo el mundo y las demandas de justicia han permanecido sin respuesta. La desigualdad en el ingreso, el salario y la riqueza está plagando a los países desarrollados y en desarrollo por igual.
Estas disparidades son aún más marcadas en los países en desarrollo y en las economías emergentes. Las desigualdades en la arquitectura económica global combinadas con la discriminación estructural, en función del sexo, el género, la edad, la discapacidad, la raza, el origen étnico, la religión y el estatus legal, económico o de otra índole, significan que muchas personas, minorías y grupos permanecen marginados. Totalmente excluido del desarrollo y de la riqueza.
Esto no solo socava la dignidad humana, sino también el estado de derecho y la realización de todos los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.
La desigualdad en los ingresos está en aumento y lamentablemente los ricos, el grupo más pequeño continúa haciéndose más rico y llenando sus bolsillos de dinero mientras que los pobres, en aumento, a veces no cuentan ni con lo necesario para vivir el día a día.
Definitivamente vivimos en un mundo más rico, pero también más desigual que nunca porque esa riqueza es solo para unos cuantos y no para todos en general.