Un día Bennett Kaspar-Williams pudo aceptar. Logró comprender que era un hombre que podía tener hijos y que eso no estaba mal, que era parte de su identidad: un hombre trans que sería padre de manera natural y llevaría a su hijo en su vientre. Ya no causaba rechazo esa idea y entonces dejó el tratamiento hormonal de lado y avanzó, junto a su esposo Malik, en búsqueda del sueño.
«Siempre supe que existía la posibilidad de que mi cuerpo lograra un embarazo, pero no era algo que quisiera hacer hasta que aprendí a separar la función de mi cuerpo de cualquier noción de género», explicó Bennett al Daily Mail sobre el cambio interno que debió hacer para que llevar adelante un embarazo no fuera una pesadilla.
‘Una vez que aprendí a pensar en mi cuerpo como una herramienta y no como una colección de estereotipos de género, me di cuenta de que podía ser la persona que quería y traer un niño al mundo», añadió este hombre de 37 años de Los Ángeles, que hace una década, allá por 2011, decidió que no quería ser más una mujer.
Tres años más tarde dio el paso y comenzó el tratamiento que le daría una transformación total a su cuerpo y para 2017 su nueva vida ya había encontrado el amor. Malik y Bennett se casaron en 2019 y desde entonces la idea de ser padres sobrevolaba por su cabeza. Aunque antes, Bennett tenía muchas cosas que resolver.
Es que para Bennett no fue sencillo tener que poner en pausa el tratamiento que le daba a su cuerpo el cambio que siempre había soñado. Incluso en 2015 se había animado a entrar al quirófano para eliminar para siempre sus senos. Sin embargo las ganas de ser padre fueron más fuertes y las pastillas de testosterona quedaran de lado por un tiempo.
Finalmente, en marzo del 2020, llegó la prueba de embarazo positiva. El hombre quedó embarazado de forma natural poco después de que empezaran a intentarlo, y la pareja dio la bienvenida a su hijo Hudson, por cesárea, en octubre de 2020.
Pero después de tanta lucha, de tantos cambios internos y de atreverse a vivir un embarazo como un hombre, Bennett se encontró con un problema que no había imaginado.
Fue en el hospital donde sufrió maltratos y discriminación. Él no podía entender cómo teniendo barba y el pecho plano los médicos y enfermeras lo trataban como a una mujer. «Lo único malo de mi embarazo fue la falta de género que padecí cuando recibía atención médica», describió.
«El negocio del embarazo, y sí, digo el negocio, porque toda la institución de atención del embarazo en Estados Unidos se centra en vender este concepto de ‘maternidad’, está tan entrelazado con el género que era difícil evitar el abuso de género», aseguró.
«Por más que yo tengo una gran barba, un pecho plano y un marcador de género ‘masculino’ en mi identificación, la gente no pudo evitar llamarme ‘mamá’, ‘madre’ o ‘señora'», cuestionó.
«Nada de estar embarazado me pareció ‘femenino’; de hecho, creo que tener un hijo, aislado debido a la pandemia, y enfrentar todos los hospitales y citas solo fue lo más duro y valiente que hice en mi vida. Nada se siente más fuerte que poder decir que soy un padre que creó a mi propio hijo».
«Los niños tienen otra forma de entender el mundo»
«Los niños son estos seres asombrosos que no ven el mundo con los mismos prejuicios y preconcepciones que los adultos», expresó Bennett que no sufre el mismo maltrato con los niños que con los adultos.
«Para mi hijo, no hay nada más natural y normal que tener un papá y un papá, y cuando sea lo suficientemente mayor, también sabrá que su papá fue quien lo cargó y cuidó de él para que pudiera entrar este mundo.’ Los niños ven amor, ven paciencia y ven compromiso. Mi hijo sin duda aceptará que vino de mí, al igual que acepta todo el amor y la belleza que lo rodean, con los brazos abiertos».