Atlanta (GA), 31 may (ELINFORMADORUSA/EFEUSA).-
La centroamericana, que no tiene antecedentes criminales en los 26 años que tiene de residencia en Estados Unidos, dijo a Efe que trata de no deprimirse y está agradecida con la iglesia que le permite visitas de su familia y «abrazarlos cada fin de semana».
«Hay días en que es bien difícil. Solo quiero dormir para no pensar y no ponerme triste por no poder estar (a diario) con mi familia. Ha sido un gran sacrificio dejar todo atrás», indicó.
La madre y abuela guatemalteca pasa sus días cosiendo y cocinando, con nostalgia sobre la vida que llevaba antes de recluirse en la Iglesia Episcopal de San Barnabás, en Greensboro, Carolina del Norte.
Tobar Ortega, de 47 años, tenía un permiso de trabajo desde 1992 cuando llegó al país y desde 2011 debía presentarse cada año ante el Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) para renovarlo.
No obstante, en abril de 2017 cuando se presentó a una cita anual con las autoridades migratorias le informaron que no podía permanecer más en el país.
«Todo cambió para nosotros (…) me dijeron que tenían una orden de deportación en mi contra. En ese momento yo sentí que todo el mundo se me vino abajo», dijo.
Muchas iglesias de el país se han convertido en «santuario» para inmigrantes indocumentados en los últimos años para evitar la deportación y ser separados de sus familias.
De acuerdo con datos del Programa de Inmigrantes y Refugiados de Church World Services (CWS), más de 52 inmigrantes indocumentados se refugiaron en templos en 2018, que en su mayoría permanecen aún recluidos sin posibilidades de que se le dé una solución definitiva a su estatus migratorio.
Pese a que la guatemalteca ha logrado cierta normalidad en su nuevo lugar de residencia, no logra acostumbrarse a no tener a su familia con ella cada día, a su esposo, sus cuatro hijos y sus dos nietos.
«Trato de mantenerme ocupada durante el día, ya sea cosiendo almohadones o cocinando, porque si no me deprimo. Es como una cárcel, pero una cárcel que al menos me permite ver a mi familia», aseveró Tobar Ortega.
La iglesia episcopal también ha tenido que hacer algunos ajustes para acomodar a la madre guatemalteca y garantizar su seguridad mientras permanezca recluida en el templo.
El templo permanece bajo llave y una de las áreas que se usaba como bodega es ahora su habitación.
Asimismo, tienen prohibido permitir el ingreso de cualquier agente de ICE, a menos que éste cuente con una orden de arresto firmada por un juez.
Esta medida incluso impidió a agentes migratorios reemplazar el brazalete electrónico que se le rompió a Tobar Ortega el pasado año.
Legalmente, el caso de Tobar se ha agotado, no obstante los esfuerzos por hacer visible sus situación y buscar una salida continúan por diferentes vías.
La historia de la madre y abuela guatemalteca fue expuesta recientemente en el documental «Santuario», que salió al aire el pasado 9 de mayo en Estados Unidos en la estación de televisión pública Public Broadcasting Station (PBS) y ha sido presentado en diversos festivales de cine independiente.
La congregación de San Barnabás, que ella asegura la han apoyado incondicionalmente en todo momento, también ha llevado a cabo esfuerzos para tratar de obtener algún tipo de alivio migratorio.
Han enviado cartas y hasta viajado a Washington para reunirse con congresistas, pero hasta ahora sus esfuerzos no han dado frutos.
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