Nueva York, 19 may (ELINFORMADORUSA/EFE News).-
uncionales o creativas, las mascarillas son el accesorio más utilizado entre las pocas personas que estos días caminan por las calles de Nueva York, una fantasmal capital de la moda cuyos diseñadores, a puerta cerrada, se esfuerzan por contribuir con su granito de arena en la crisis de la COVID-19 y «aportar color en tiempos oscuros».
Según expresó recientemente el diseñador Tom Ford, presidente del Consejo de Diseñadores de Moda (CFDA, por sus siglas en inglés) de EE.UU., este sector «ha sido golpeado con dureza desde todos los ángulos» por la pandemia de coronavirus: la cadena de suministro ha sido interrumpida por el parón de actividad y se han detenido en seco los engranajes del comercio minorista, con miles de despidos y ya alguna bancarrota.
Con la población recluida y centrada en problemas más graves que el frívolo «qué me pongo», marcas de todo el mundo como Burberry, Lacoste, Adidas y Nike, o cadenas asequibles como H&M, han reorganizado su flujo de trabajo para producir mascarillas y otros materiales de protección (PPE) mientras que otras han visto un filón en esta pieza que ha llegado para quedarse, de momento.
LA AUTORIDAD MANDA, LA MODA RESPONDE
La autoridad de prevención de enfermedades de EE.UU. recomendó en abril llevar un «cobertor de cara» de tela en público cuando «sea difícil mantener las medidas de distancia social», «especialmente en áreas de transmisión comunitaria» como supermercados y farmacias, abogando por dejar para el personal sanitario las mascarillas quirúrgicas o N95 «esenciales».
El CFDA hizo entonces un llamamiento a las empresas del sector para que produjeran y vendieran mascarillas «llevables» al público general, ya que es un artículo «rápido y barato que requiere poco material y es sencillo ensamblar», apuntó Sarah Mullins, presidenta asistente de Diseño de Accesorios y Calzados en la Fashion Institute of Technology de Nueva York.
Mullins dijo a Efe que, «aunque sea durante 2020», las mascarillas se van a convertir en un «nuevo accesorio que permite a quien lo lleva expresar su estilo» y muchas tiendas están añadiendo a sus catálogos, aunque no cree que sus ventas «compensen las pérdidas que los minoristas están sufriendo durante la pandemia».
«COLOR EN TIEMPOS OSCUROS»
Una de las primeras firmas de moda que respondieron al mensaje del CFDA fue Collina Strada, que habitualmente enarbola el lema de la moda sostenible en la «Fashion Week» neoyorquina y ahora se está volcando en ayudar desde su tienda ‘online’, ofreciendo instrucciones para coser mascarillas caseras y enviando una de regalo en cada pedido de ropa.
Su diseñadora, Hillary Seymour, ha creado unas vistosas mascarillas «fashion» en las que se puede introducir un filtro para el aire y que se atan con un lazo, recicladas a partir de colecciones antiguas y con cuyo importe de 100 dólares dona 5 mascarillas a trabajadores sanitarios de Nueva York, una entre muchas opciones ya disponibles en el mercado.
Una búsqueda rápida en internet basta para ver modelos de todos los gustos y cómo las revistas de moda están dedicando sus páginas a esta nueva tendencia: las de Alice + Olivia lucen estampados de caras femeninas; las de Lirika Matoshi dibujos de lentejuelas; las de David Avido diseños tradicionales africanos; la creatividad no tiene límites.
«Las mascarillas son necesarias para todos ahora. Fabricar mascarillas ‘fashion’ durante estos tiempos es una manera de hacer que la gente se emocione y esté orgullosa de las mascarillas que llevan. ¿Por qué no aportar un poco de color y alegría a las vidas de la gente en estos tiempos oscuros?», declaró a Efe Seymour, que ofrece otras sin coste en caso de necesidad.
EL SECTOR SE VUELCA
«Muchas mascarillas van a los trabajadores del sistema sanitario, y otras son vendidas a los consumidores», reitera en ese sentido la experta en accesorios Mullins.
«Creo que el esfuerzo del sector de la moda para ayudar a proporcionar PPE exhibe lo mejor de esta industria», agrega, destacando cómo muchas firmas que no pueden cumplir con los estándares de producción de los artículos funcionales hacen esfuerzos a su medida, con el ejemplo de la plataforma de venta de productos artesanales Etsy.
Etsy urgió a sus vendedores a producir mascarillas de tela y 20.000 de sus tiendas las ofrecen ahora en sus catálogos, muchas de ellas donando su recaudación de ese producto a organizaciones benéficas para paliar el impacto de la pandemia, ya sea el total del importe, como la firma Outdoor Voices, o una parte, en el caso de marcas comerciales como GAP o Disney.
APRENDER DE LA PANDEMIA
Tom Ford, el presidente de los modistos de EE.UU., declaró que pese a la incertidumbre y la necesidad de afrontar problemas como el inventario acumulado, el sector minorista debe recapacitar sobre su futuro, y en parte eso implica plantear si «la gente va a correr a gastar su dinero» y «qué productos querrán».
«Creo que el futuro de la moda funcionará si se capitaliza el autoanálisis que está teniendo lugar mientras nuestras vidas y muchos negocios están parados. Si el sector vuelve a los mismos procesos y procedimientos después de la pandemia, no habremos aprendido nada», coincide en cierto sentido Mullins.
«Hay que hacer ajustes a los ‘shows» de moda, los métodos de producción y las cantidades. Necesitamos estar dirigidos por valores y no solo beneficios», agrega esta experta, que desde su puesto en el Fashion Institute Of Technology también reivindica escuchar a los estudiantes de moda y valorar sus «nuevas ideas».