Simplemente estar ahí, presente,
al lado de quien te necesita.
No es indispensable hablar,
ni hacer algo especial.
Lo importante es comunicar al otro
que uno está unido con la alegría,
o la tristeza;
que está viviendo el ser querido.
Lo que vale es respetar siempre el pedido,
verbal o silencioso,
latente o manifiesto de compañía
o de soledad.
Acompañar es intuir la carencia del otro:
es cuidar, proteger, sin molestar o dañar.
Es tarea de amigos, de amores,
de seres que se sostienen
en la hermandad de los afectos.
Es un servicio de lealtad
Es un punto de contacto,
más cerca de los sentimientos invisibles
que de la mera proximidad
física, ostensible.
Se puede estar “cerca” de alguien.
También es posible estar unidos en la distancia,
y próximos en el corazón.
A veces los sentimientos se filtran
por las fronteras
inventadas por los mismos protagonistas.
Acompañar no es pared sino puente,
unión de almas.
Hay proximidades que agobian
y aíslan mucho más
que la soledad misma.
“Y qué le digo”?, preguntó alguien,
temeroso de sus propias emociones
ante el dolor de un conocido…
“No digas nada, absolutamente nada”,
respondió la sensibilidad.
Lo que importa es estar ahí
en el momento justo.