Todo comienza a la llegada de los españoles a México en el siglo XVII que, al combinar sus tradiciones católicas con las indígenas, introdujeron las primeras piñatas; no obstante, cabe destacar que los mayas ya rompían recipientes de barro rellenos de cacao.
¿Y cómo llegaron estas a España? Resulta que son originarias de China, al igual que los farolitos que se emplean en las posadas, ya que en el país asiático rellenaban una “piñata” con forma de buey o vaca con semillas y la forraban con papeles de colores.
Esta era quebrada en el Año Nuevo Chino (a principios de la primavera) y a esta le encendían fuego; las personas competían por las cenizas, ya que las consideraban aliados de la suerte.
Aquel que debe romperla, debe mantener los ojos vendados (que representa una fe ciega) y la golpea con un palo hasta destruirla. En años anteriores, a esta persona se le giraban 33 veces y, al caer las frutas, implicaban las bendiciones derramadas para todos.