Por: Roger Rivero
Hace veinte años durante mi exilio en Suecia, en un par de ocasiones esperando con un amigo para entrar al restaurant buffet más barato de todo Estocolmo, solíamos “matar tiempo” mirando los autos que se acercaban y adivinando su marca, según la forma de los faros delanteros en medio de la noche. La posibilidad de acertar era grande. En aquel entonces, la enorme mayoría de los autos en ese país eran Volvos, el resto Saab, también suecos, y en descomunal minoría, Opel, BMW y otras marcas europeas.
Si alguien intentara hacer hoy este juego de emigrantes aburridos, la tendría más difícil. Aun cuando uno de los símbolos del orgullo del país escandinavo sigue dominando sus carreteras, el pasado año, por primera vez en la historia moderna, no fue Volvo el auto más vendido allí. Los suecos compraron más VW Golf que Volvos, a pesar de la renovación que algunos de sus modelos ha recibido.
El primer fruto de esa renovación fue el XC90, un lujoso SUV de siete plazas que vino a rescatar el interés por la marca, disipado por años de poca renovación. Lo probamos esta semana en su configuración más alta, el T-8 Inscription, un auto híbrido conectable a la red de corriente.
El XC90 se deja querer a primera vista. Sería difícil no admirar su diseño exterior, y no una exageración catalogarlo como el más atractivo en su clase. Es un SUV de aspecto genial, que inspira robustez y delicadeza al mismo tiempo. Los diseñadores de este auto no han trazado una mala línea. El interior del XC90 ha sido cuidadosamente ejecutado. Los colores, los materiales, las texturas y los principios escandinavos del diseño de Volvo representan la perfección visual. Puro minimalismo escandinavo, ausente de protuberancias o alteraciones de nivel que rompan tanta quietud, comparable con una aurora boreal contemplada desde Abisko, en el norte de Suecia.
Tanta limpieza visual crea, en mi opinión, un nuevo problema. Más del 90% de las funciones del sistema de información y entretenimiento de Volvo están disponibles mientras se conduce. Literalmente, no puedes cambiar la temperatura de la ventilación o echar a andar el masaje en los asientos sin tener que poner los dedos, y lo más importante, la atención, sobre la hermosa pantalla tipo tableta que controla estas funciones. En aras de eliminar botones y parillas de la pizarra, esta pantalla de más de 12 pulgadas, se convierte en el centro de la acción, con opciones y acciones no siempre intuitivas. Por lo demás, la cabina del XC90 es un espacio muy agradable y cómodo para pasar tiempo, sobre todo en los asientos tan bien diseñados, que no escondo el deseo de haberlos llevado a casa para “plantarlos” frente a la tele.
¿Y…cómo se maneja? El manejo es hábil y suave, aunque notas que estás al volante de un SUV grande y pesado. Se siente plantado, y la suspensión hace un trabajo muy eficiente escondiendo los desniveles de la carretera, tan comunes luego del fuerte invierno. Los modos de manejo y niveles de suspensión son varios, y cómo podría ser de otra manera en un auto donde, prácticamente, lo único que no se puede cambiar es el color de la pintura.
La nueva familia de motores Drive-E de Volvo de cuatro cilindros y 2.0 litros, no es mucho motor cuando se considera que el XC90, puede llegar a pesar en algunas de sus configuraciones hasta 5,200 libras. Para hacer que este 2 litros se sienta como 3.5, lo ayudan un turbocompresor y un sobrealimentador, que inflan el poder del motor y la capacidad de respuesta en la gama baja. Ayudado por un motor eléctrico de 87 caballos, el T8 combina 400 caballos, suficientes para una aceleración ágil.
La economía de combustible es la más alta de la serie XC de Volvo, alcanzando las 53 millas por galón, siempre que se tome en cuenta que, con frecuencia, se pueda hacer uso de unas 14 millas de puro manejo eléctrico que las baterías del SUV proporcionan. En nuestra prueba, pudimos optimizar el uso de combustible, pues dentro de la ciudad, el motor de gas no se activa mientras no pasemos de las 45 millas por hora…hasta que se acabe la carga, claro está.
Por tanta tecnología y lujo escandinavos se paga un precio. El más barato de los XC90 T8 comienza en $67,800. El modelo probado por nosotros un poquito más caro, $88,855 para ser exactos. Cuando volamos a estas alturas, copo debería reparar el comprador para tener una experticia auditiva única. Así que, sin mucho reparo, invierta los $3,500 necesarios para que le instalen el sistema opcional de audio, Bowers & Wilkins. Si disfruta escuchar de buena música dentro de su auto, no lo piense dos veces. Este sistema ha sido especialmente diseñado para la cabina del XC90 y su eficacia está a prueba de director de orquesta sinfónica. Son 1,400 Watts de puro refinamiento, listos para hacernos olvidar que, anqué lo aparente, el cielo no está por caernos encima.