Editorial Por Héctor Loya
ucho se ha hablado de los grupos de inmigrantes indocumentados que han intentado cruzar la frontera de México con Estados Unidos para poder cumplir el llamado sueño americano.
Uno de los puntos más mencionados y comúnmente utilizados para cruzar ilegalmente es el caudaloso y peligroso Río Bravo, en el cual decenas de personas a diario desafían sus corrientes y se arrojan al peligro para intentar cruzar nadando. Muchos lo han logrado con éxito, pero otros tantos lamentablemente han quedado en el camino y han perdido la vida cuando la corriente se los ha llevado.
Esta semana se dio a conocer una impactante noticia que rebasó las fronteras y se convirtió en noticia internacional. Se trata de una fotografía en la que se observa a un padre y su pequeña hija de menos de dos años quienes murieron en este río al intentar cruzar a los Estados Unidos.
La imagen era simplemente devastadora y es aquí donde surge la pregunta de este artículo, ¿vale realmente la pena?
¿Valdrá la pena el riesgo, el sacrificio y el costo tan grande que se pudiera pagar por tratar de cumplir un sueño que tal vez no se cumpla? Se entiende claramente las necesidades de un pueblo, la necesidad económica, social, de seguridad y de querer construir un futuro mejor, pero a costa de qué. ¿Acaso el fin justificará los medios?
La desesperación por parte de los grupos de inmigrantes es tan grande que sin pensar en las consecuencias se arrojan a tomar riesgos innecesarios y lo peor del caso es que arriesgan la propia vida y la de los pequeños hijos que no tienen la culpa de haber nacido en la necesidad, o en una tierra carente de oportunidades.
Mientras que los políticos de ambas naciones se enfrascan en una lucha por frenar los flujos migratorios, los que pagan los platos rotos son los inmigrantes los cuales al sentirse presionados de manera impulsiva toman decisiones precipitadas que terminan pagando con su propia vida.
Para muchos la vida vale más que cualquier sueño y la falta de prudencia por parte de los inmigrantes al exponer así la vida de sus hijos da mucho de qué hablar.
Simplemente no podemos hacer nada y lo único que resta es sentir coraje e impotencia al no poder evitar este tipo de muertes tan lamentables.
Es deber de los gobiernos, tanto como mexicano y estadounidense, crear buenas políticas migratorias y que este caso sirva de ejemplo para ambos gobiernos, ciudadanía en general y principalmente a los grupos de inmigrantes que intentan cruzar las fronteras con métodos peligrosos. No vale la pena correr un riesgo que te puede costar la vida o la de tus seres queridos y que lamentarás para siempre.
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