Editorial por Héctor Loya
El loco de Trump, y decimos ‘loco’ porque no hay mejor manera de llamar a una persona con cabeza pero sin neuronas para pensar bien antes de actuar, quien realizó su última jugada al levantar a las multitudes para impedir que el Congreso y la Cámara de los Estados Unidos anunciaran la victoria de Joe Biden. Sin embargo, para su mala fortuna lo único que logró fue que se acelerará más el proceso de ratificación del nuevo presidente.
Con su discurso que incitó a la multitud, y es que no sabemos si en realidad él quería que la gente llegara a ese punto o le resultó contradictorio, porque no consiguió más que el fallecimiento de personas, y el odio de los mismos políticos que lo apoyaban le dieron la espalda. En definitiva, le salió el tiro por la culata.
Lo bueno de todo es que el payaso ya mero se va de la Casa Blanca, y no cabe la menor duda que muchas puertas se le van a cerrar. El daño que causó a la nación fue terrible porque se convirtió en un instigador e incitador al odio, dividió al país como nunca antes. Lo bueno de todo es que por más que luchó para mantenerse en el poder no lo logró.
Deseamos de todo corazón que bajo este nuevo gobierno si se cumplan todas las promesas y que no pase lo mismo que en el de Obama, que nomás prometió una reforma migratoria pero nunca se aprobó. Los políticos son más chuecos que los plátanos pues prometen y prometen pero a la hora de la hora no dejan de ser más que promesas vacías.
Ya es tiempo de una reforma comprensiva para los más de 11 millones de indocumentados que están en esta nación pagando impuestos desde hace décadas.