Opinión por Héctor Loya
Hace 10 días un vaso de jugo de naranja en los mercados populares de México costaba 25 pesos. Poco después subió a 28 y casi en seguida a 30, antier tuve que pagar 50 pesos en una frutería.
El dueño de una tiendita donde a veces acostumbro comprar me explicó que esto se debe a la escasez de las naranjas a causa de los intensos calores de los últimos meses que no sólo aceleran la pudrición de los cítricos, sino su falta de jugo. Como la naranja, otras frutas y verduras han encarecido de manera súbita: chayote, calabaza, jitomate, rábano y, especialmente, el cilantro, cuyo precio subió 400 por ciento en el país mexicano.
Y es que desde que inició la primavera se rompieron registros históricos de altas temperaturas en innumerables ciudades de México. De hecho, mientras escribo este artículo me encuentro entre 40 a 45 grados Celsius aquí en el estado de Chihuahua.
A los calores se suma la falta de lluvias, evento que viene desde el 2023 y que hace que al día de hoy nos encontramos en un déficit hídrico. Los medios informaron de la muerte de miles de peces en Chihuahua, de aves deshidratadas en el sureste y de la muerte de 200 monos aulladores o saraguatos por golpes de calor en Tabasco y Chiapas.
Todo lo anterior son expresiones nacionales y regionales de lo que sucede en el planeta entero. La estadunidense Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés), una de las principales fuentes de datos sobre el clima global, ha reportado que los meses de enero a mayo de 2024 se han situado como los más calientes de todo el registro histórico de 157 años.
Como sabemos, este fenómeno producido por la civilización industrial conocido como cambio climático o crisis climática se va a expresar en los diferentes territorios de maneras diversas: sequías e inundaciones, calores y fríos extremos, mayor número y potencia de huracanes, ciclones y tifones, alteración de las corrientes oceánicas, derretimiento de los cascos polares y de los glaciares de las montañas, incremento del nivel del mar y acidez de los océanos, y abatimiento de la diversidad biológica.
No voy a entrar con detalle al debate sobre si todos somos culpables de esta situación pero sí podemos hacer algo para solucionarla.
Sin una “conciencia de especie” entre los ciudadanos, los gobiernos, empresas y organismos internacionales seguirán realizando reunión tras reunión sin tomar decisiones a la altura de las circunstancias. Hasta que el destino nos alcance.
Lo que sí es un hecho es que la falta de información y conocimientos y sobre todo la falta de organización, mantienen la situación en estado latente.