Editorial por Héctor Loya
El día 25 de abril fue posible gracias a una familia de Wyoming, que realizó un donativo, el que pudiéramos llevar una despensa y unos juguetes para dos niños en compañía de su madre de la etnia tarahumara que se encontraban vendiendo dulces en un crucero de la ciudad de Chihuahua.
Quiero platicarles mi experiencia personal, cuando llegué y vi a los niños les pregunté. ¿Se acuerdan de mí? y ellos dijeron que sí que era la persona que les había comprado todos sus dulces hace algunos días y que les había hecho un reportaje para un periódico.
Cuando les dije que en esta ocasión había ido para darles unos regalos y una despensa la expresión de los niños fue increíble y me hubiera gustado que los vieran en persona porque literalmente brincaban de la emoción.
Saben que fue lo que más me gustó de esta experiencia, que los niños dejaron un momento de vender sus dulces para ponerse a jugar con los muñecos de acción que les llevamos, porque dejaron de lado un momento esa responsabilidad para ser ellos mismos, pasa ser lo que deben de ser… ser niños.
Fue emocionante y gratificante verlos reír, jugar, saltar y dedicarse a algo diferente a lo que hacen en ese crucero, dejar de asolearse, dejar de arriesgarse y dejar de pensar en la responsabilidad de llevarle dinero a su madre.
Muchas gracias a la señora que envió su donativo, gracias a todas las personas que desde ese día han hecho llegar sus donativos a través de un mensaje personal dirigido a Luis Molina o directamente al periódico El Informador con un mensaje vía inbox.
Sabemos que son tiempos difíciles y por su solidaridad y apoyo les damos las gracias, unidos haremos un mundo mejor.