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Hay cicatrices que jamás van a sanar

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Editorial por Luis Molina

En la semana se llevó a cabo una vigilia en la ciudad de Grand Rapids en la cual se lamentaba la muerte de decenas de personas no solo del 2020, el año más mortífero de la ciudad, sino de algunos años atrás y es que lamentablemente para el dolor de perder a un ser amado no existe fecha de caducidad.

Imagínense si a uno le duele perder un familiar por causas naturales, cuanto no le ha de doler a un padre o una madre que le maten a su hijo, es un dolor que no quiero imaginar ni experimentar nunca en la vida.

A veces ve uno a las personas que le mataron a un hijo como si nada pasara, pero verdaderamente nadie sabe lo que está pasando en su interior y el gran vacío que deja eso, y si esa cicatriz aún sigue doliendo como si fuera ese fatídico día.

Lamentablemente las cosas van de mal en peor en nuestra ciudad y para mala fortuna ya no respetan ni a los niños tal y como pasó este miércoles donde balancearon a una mujer en pleno día y donde había múltiples personas a los alrededores, entre ellos niños.

La violencia ya es insoportable y lo peor de todo es que la cicatriz no solo la está dejando en aquellos que pierden a un ser amado sino en toda la sociedad por el simple y sencillo hecho de que ya da miedo salir de tu casa o incluso estar en ella porque alguien puede desatar una balacera y tocarte afuera o dentro de tu hogar una bala perdida.

Es triste ver tanta muerte y ver cómo las familias se quedan llorando y recordando a un hijo o aun hermano que solo quedará en el recuerdo, la mente, el corazón y solo en fotografías.