Editorial por Luis Molina
Cuando ocurre alguna tragedia asociada a los migrantes indocumentados que buscan entrar a Estados Unidos, los gobiernos de los países de salida, tránsito y destino se apuran a responsabilizar de manera exclusiva a quienes los transportan, los famosos polleros o coyotes. Ni por asomo se les ocurre pensar o decir que quizá su política migratoria es equivocada.
Cuántos migrantes no nos ha tocado ver en las noticias asfixiados, muertos por calor extremo en tráiler, en los desiertos, ahogados en el río, y muertos de muchas otras maneras en búsqueda del sueño americano.
Cuando algo así sucede, ambos gobiernos exigen la detención de “los responsables, y empiezan a lanzar la pelota y a buscar culpables, sin embargo, esto no reduce ni un milímetro la responsabilidad de los llamados polleros, que hoy son organizaciones criminales, ese es un análisis muy limitado y conveniente de lo que realmente pasa.
El pollero dejó de ser el conocido de alguien del pueblo, que los llevaba entre matorrales, para convertirse en criminales que llevaban a los migrantes por zonas y en condiciones mucho más riesgosas. El cruce, en muy poco tiempo, pasó a costar miles de dólares y claro, se incrementaron de manera considerable el número de migrantes muertos y abandonados por sus polleros.
Y los gobiernos no han hecho nada por evitar estas muertes. Si realmente se quiere detener a los polleros, no debe ser tan difícil porque si miles de migrantes mexicanos, guatemaltecos, salvadoreños, hondureños y muchas otras nacionalidades, sin recursos y sin conocer las zonas y ciudades de tránsito y cruce, los encuentran, no veo porque las autoridades mexicanas nomás no dan con ellos. Bastaría pararse con una pequeña mochila y usar una gorra de beisbolista en cualquier central de autobuses de estas ciudades. Los polleros se acercan a ofrecer sus servicios.
Los migrantes son víctimas desde antes de dejar sus lugares de origen y dejan de serlo cuando en su destino y a pesar de todos nosotros, con su trabajo y esfuerzo se hacen del futuro que su sociedad de origen les negó.