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“Un lugar de esperanza para la sociedad”

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Editorial por Luis Molina

Es imposible pensar en una sociedad que pueda darse sin familias, porque es allí donde el ser humano inicia su proceso de personalización, donde forjamos nuestras actitudes, motivaciones y hábitos.

Es frecuente la alusión a la familia como órgano fundamental de la sociedad. Y en sí cumple muchas funciones de crianza, económicas, valórales y de tradiciones que se conservaron por años y que hoy por hoy imperan en una realidad innegable: estas funciones están fallando, lo que está causando que se debiliten los vínculos familiares, y aparezcan situaciones de gran impacto social.

El aumento de la criminalidad, el abuso de menores, la violencia familiar y social; los consumos, los problemas de comportamiento, el aumento de depresión y suicidio y la gran cantidad de divorcios son sin duda alguna problemas que a diario se observan.

Resulta necesaria una profunda reflexión sobre el sentido de responsabilidad en relación con la familia, en el marco de un claro reconocimiento de su identidad, de sus funciones sociales estratégicas y de los importantísimos valores que representa en sí misma y que transmite al conjunto de la sociedad. Las familias no son abstracciones, sino realidades concretas, que, día a día, navegan las caudalosas aguas de la complejidad del mundo moderno, el cual las pone a prueba en cada recodo y las somete a nuevas exigencias.

Es preciso reconocer que toda desvalorización sobre la familia afecta a la sociedad en su conjunto, y de ella se derivan múltiples problemas de alto costo como lo mencione anteriormente.

Debemos entonces asumir un compromiso concreto con la promoción de la familia, de investigar sobre las distintas fortalezas y debilidades que se dan en este espacio vital. Por ello la tarea fundamental de todo aquel que me lee es y será restaurar los vínculos familiares, porque familias perfectas no hay.

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Preservemos a la familia como lugar de esperanza, de amor incondicional. Recordemos siempre que quien tiene un verdadero hogar posee un seguro contra la desesperación y un refugio dispuesto al que siempre volver. Donde cada uno de nosotros vale, simplemente por ser nosotros, no por ser altos o bajos, ricos o pobres, varón o mujer, sino solo por ser.