Editorial por Héctor Loya
lo largo de los años se ha manejado el concepto de «Sueño Americano», el cual consiste en llegar a los Estados Unidos con la finalidad de establecerse en el país de las barras y las estrellas, conseguir un buen empleo, casa, una camioneta, mandar dinero a sus familiares o en su caso hacer una familia, pero sobre todo mejorar la calidad de vida.
A diario decenas de personas intentan cruzar la frontera, ya sea buscando un asilo o de manera ilegal por su propia cuenta o asistido por un pollero, sea como sea estas personas buscan llegar a la que es considerada una de las naciones más ricas del mundo.
En colectivo, con la familia, con amigos, conocidos o a veces solos los inmigrantes realizan la travesía y la aventura de buscar una mejor calidad de vida, muchos de ellos lo logran otros son atrapados en el camino, son deportados o lamentablemente pierden la vida en el intento.
En fin, cuando un inmigrante logra llegar a su destino no significa que ya tiene la vida resuelta. Aún le queda un duro camino por recorrer y es indispensable tener un plan para cumplir sus objetivos y el arrojarse nomás por qué si es un peligro inminente, aquí es cuando se necesitan de familiares, amigos y contactos.
Es necesario tener dónde quedarse con la certeza y la seguridad de no ser atrapado y lo primordial de todo el propósito por el cual migró, generar recursos económicos.
Si creían que con estar ya en EEUU se iban hacer ricos de la noche a la mañana, pues no, aún hay un largo camino por recorrer; primeramente una persona sin documentos no puede tener acceso a un trabajo bien remunerado porque necesita acceso a un seguro y aunque cuente con una residencia falsa eso no garantiza que fácilmente le den un trabajo digno. En ocasiones muchas personas se aprovechan de esta situación y contratan personas con estatus migratorio dudoso para sobrecargarlo de trabajo y pagarles poco, a sabiendas de la situación la aprovechan para su beneficio propio.
Ejemplos claros son el campo con jornadas de sol a sombra en condiciones extremistas y sueldos bajos, también está el caso de los restaurantes con jornadas de hasta 14 horas y con salarios del mínimo que apenas les alcanza para mandar un dinerito a su familia que está del otro lado del charco.
No me dejaran mentir tanto en EEUU como en México todos los fines de semana los lugares para enviar y recibir dinero se encuentran llenos, de un lado el trabajador con su ropa aún sucia de haber terminado la jornada con su dinerito en mano para mandar a su esposa o madre el dinero que con el sudor de su frente se ganó y del otro lado las personas que ansiosas reciben el dinero para su gasto semanal o para pagar las deudas que puedan tener.
Muchas veces esta situación se vive por años y los migrantes nunca rebasan el umbral de ser un empleado explotado. Entonces el sueño americano solo se convierte en una pesadilla, con la cual se mantiene a una persona esclavizada por el trabajo y separada de su familia o sus raíces.
Para muchos el sueño americano solo es eso un ‘sueño’ del que tal vez nunca podrán despertar.
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