Opinión por Héctor Loya
Dice un dicho ya muy viejo “No elegimos cómo nacer, pero sí podemos elegir cómo vivir” y aunque resulte ofensivo para muchos, esto es cierto y lo digo en el sentido de la vida acelerada que estamos, válgame la redundancia, viviendo.
Tras años de ideas sobre progreso, desarrollo y avance, los seres humanos seguimos como al principio, problematizados con lo obvio y aterrorizados con lo ordinario, no sólo por habitual, sino además por la falta de formación y exceso de deformación, en esta vida acelerada está cobrando y reduciendo la esperanza de vida.
Porque es claro el sentido de que no sabemos aprovechar nuestras vidas, sumidos a veces y en gran medida en el trabajo, las deudas, las responsabilidades y muchas veces en los excesos sin darle prioridad a lo que verdaderamente tienen sentido
Ahora, si mal sabemos aprovechar nuestra vida, ¿cómo vamos a saber qué hacer con nuestra muerte, tan temida, tan aparentemente rehuida y, para colmo, inevitable?
Creemos eludir nuestro final pretendiendo adoptar actitudes vitalistas tales como los hábitos alimenticios sanos, el ejercicio y demás actividades, que no están mal no confundan mis palabras, pero no nos damos cuenta de nuestras aportaciones cotidianas para que esa muerte llegue antes y de mala manera.
¿Qué aportaciones? Estrés, responsabilidades, obligaciones, bebida, celular, TV, redes y más lo que se acumule en la semana. Lo anterior no incluye los duelos indecibles y el sufrimiento que provoca la violencia, sea por accidente, asesinato, suicidio o desaparición de un familiar.
Es importante entonces revalorizar la vida y entender que en cualquier momento la muerte puede llegar por una u otra razón, la reflexión aquí es la siguiente, aprenda a vivir, valore a su familia, conviva con ellos, ría, disfrute, cuídese, pero también atrévase, no dependa solo del dinero, aprenda a sobrellevar los problemas de manera tranquila porque el mañana es incierto.
