Opinión por Héctor Loya
En la mayoría de los restaurantes en EEUU hay muchos meseros, y casi todo el personal de apoyo en las cocinas son inmigrantes sin un estatus migratorio legal. También hay mucha construcción y los trabajadores son, en su mayoría, hispanohablantes o simplemente mexicanos.
Si hablamos de estadísticas en el año 2021 había en Estados Unidos alrededor de 37.2 millones de mexicanos o estadounidenses de origen mexicano, más del 11 por ciento de una población de 332 millones.
De ese número, 4 millones eran inmigrantes indocumentados. Es una cifra elevada, pero que ha venido bajando: en 2007 los indocumentados mexicanos eran 6.9 millones. Algunos han regresado a México, otros han conseguido papeles para permanecer legalmente en el país.
Sin embargo, el presidente electo Donald Trump afirmó durante su campaña que los inmigrantes están «envenenando la sangre del país».
Esta frase me recuerda otra frase que llegue a leer en el libro “Mi lucha de Adolf Hitler” que dice así «Todas las grandes culturas del pasado perecieron solo porque la raza original creativa murió por envenenamiento de la sangre».
Trump ha prometido que, en su primer día en la presidencia, el 20 de enero de 2025, cerrará la frontera con México y empezará un programa de deportación masiva. Son promesas que le ayudaron a conseguir millones de votos. Hay en el país un fuerte rechazo a los extranjeros, especialmente a los indocumentados. Incluso, muchos estadounidenses nacidos en México o hijos y nietos de mexicanos votaron por Trump.
La inmigración, en contraste, ha ayudado a mejorar la situación de la economía estadounidense y de los trabajadores nativos. En muchos lugares del país se registra una escasez importante de mano de obra.
La inmigración ha ayudado a paliar y ha permitido que el país siga creciendo y generando empleos para todos. Los inmigrantes menos preparados están ocupando puestos de entrada en muchas actividades y los estadounidenses han ascendido a responsabilidades de supervisión.
Los más calificados ocupan posiciones indispensables en industrias de alta tecnología y han permitido que la economía estadounidense se mantenga entre las más competitivas del mundo.
Trump ha aprovechado políticamente el rechazo a los inmigrantes, pero si logra detener la inmigración o deportar a millones estará provocando un daño de fondo a la economía del país. La mayoría de sus electores no entenderán lo que está pasando, el pueblo no es sabio; pero sí vivirán en una economía menos dinámica y productiva, con un menor ingreso para todos.