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La era del reconocimiento vacío

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Editorial Por Luis Molina

En los tiempos actuales, un “like” o una placa digital parecen tener más valor que una conversación sincera. Vivimos en una época donde la necesidad de ser vistos supera muchas veces el deseo de ser comprendidos. Las redes sociales, que nacieron para conectar, se han convertido en escenarios donde la validación se mide en números y no en afectos.

Cada día, miles de personas publican fragmentos de su vida esperando una reacción, un corazón, un comentario que confirme su existencia social. Sin embargo, detrás de cada publicación hay, en muchos casos, una profunda carencia emocional: la necesidad de sentirse importantes, de ser reconocidos, aunque sea por desconocidos.

Hay quienes anhelan tanto el reconocimiento de los demás que, con una simple nominación o mención, se sienten en la cima. No hay nada de malo en que se valore nuestro esfuerzo, nuestro trabajo o nuestros logros; todos merecemos ser reconocidos por lo que hacemos bien. El problema surge cuando ese reconocimiento no tiene relación alguna con la vida real de la persona, cuando la imagen proyectada en las redes poco o nada tiene que ver con su auténtico ser.

Lo preocupante es que este tipo de reconocimiento —efímero y superficial— está reemplazando a los lazos reales. Las amistades se confunden con seguidores, y la autoestima se subordina al algoritmo. En este nuevo escenario digital, ser auténtico parece menos rentable que ser visible.

El problema no radica en las redes en sí, sino en la manera en que las usamos. Cuando el valor personal depende de una métrica externa, se pierde la esencia del contacto humano. Necesitamos recuperar el sentido de la presencia, del diálogo, del reconocimiento genuino que no se mide en “likes”, sino en miradas y palabras reales.

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Reaprender a conectar fuera de las pantallas no es un acto de nostalgia, sino de salud emocional. Porque ningún trofeo digital reemplazará jamás el abrazo sincero de un verdadero amigo.