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Abrazos y no balazos, una rima que ofende pero que nadie hace algo para mejorar

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Opinión por Héctor Loya

Abrazos y no balazos, es una rima que ofende a quienes como ciudadanos nos vimos involucrados en temas de delincuencia y para aquellos que han tenido que lamentar la pérdida de un ser querido.

El Presidente López Obrador cuando tomó su cargo, conforme al 87 constitucional, juró cumplir y hacer cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y por recordarlo, el artículo 89 fracción VI de la carta magna, establece como su obligación es “preservar la seguridad nacional”, en los términos de la ley respectiva.

Y para una amplia mayoría de mexicanos, en los cuales me incluyo, esta sinfonía de palabras significa que a los delincuentes hay que dejarlos hacer lo que quieran.

Sin embargo, esta es una metáfora que no todos sabemos entender. Para él presidente abrazar a un delincuente no lo considera incorrecto, una vez que le apliques la ley a su fechoría, porque según la ley el Estado tiene la obligación de reincorporarlo a una vida social, ahí sí el Estado puede abrazarlo, darle todo el apoyo que se requiera, para que sea una persona de bien.

Y en términos legales esto es cierto, también desde su perspectiva se puede abrazar la ley, al estado de derecho, un programa social para alejar a los jóvenes de la delincuencia, un plan de seguridad.

El problema no solo radica en su estrategia de seguridad, que de por sí es mala, el problema también es que la ciudadanía aún no es parte de esa estrategia, porque nadie nos ha invitado a conocerla, lo que sí conocemos es de violencia disparada e incremento de homicidios. La pregunta es entonces que hace falta.  

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Martin Luther King dijo “La injusticia en cualquier parte, es una amenaza a la injusticia en todas partes”. Lo que debemos de hacer es contener el problema de inseguridad, porque si el Gobierno Federal se refiere a la acepción de estrechar con los brazos en forma afectiva a la delincuencia organizada, no solo estamos en manos de los delincuentes, sino de autoridades ingenuas y negligentes. Si no queremos violencia nosotros como ciudadanía no debemos generar esa misma violencia, podría ser entonces esta la respuesta.