Por Joel Morales
El Informador
KENTWOOD, MI
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Después de ser reportado a ICE, arrestado y pasar seis semanas en una prisión federal en Ohio, Alfredo Durán de 38 años, residente de la ciudad de Kentwood y originario de Morelia, Michoacán, México, se encuentra de nuevo con su esposa e hijos.
El hombre mexicano salió del Centro Correccional del Noreste de Ohio, una prisión federal privada ubicada en Youngstown, el viernes, 27 de octubre, y dos días después habló en exclusiva con El Informador, rodeado de su familia en la sala de su hogar, quienes se encontraban eufóricos y muy contentos de tenerlo nuevamente con ellos.
“Fue una experiencia mala y triste que no se la deseo a nadie”, dijo Durán sentado en un sofá, su esposa Herlinda Rivera de 37 años a su lado. “Estuve encerrado en una celda pequeña para dos personas con solo un excusado, y en una prisión con personas violentas”, agregó.
El inmigrante llevaba 21 años en el país, su único contacto con la policía siendo hace 16 años al ser detenido por conducir sin licencia, cuando una media docena de vehículos de ICE no marcados descendieron sobre su casa ubicada en la Calle 48 SE el 17 de septiembre, arrestándolo frente a su familia. Fue una escena desgarradora y dolorosa, en la que los niños del hombre lloraban incontrolablemente, donde se consolaban los unos a los otros y donde solo estuvo presente este medio de comunicación para atestiguar lo ocurrido.
“Primero fui llevado a un edificio en la avenida Monroe en el centro de la ciudad de Grand Rapids y no me dieron la oportunidad de llamar a mi familia, luego me llevaron a la Cárcel del Condado de Kent, después a Detroit y finalmente a Ohio”, dijo Durán. “Yo nunca he cometido un delito grave y me pusieron esposas en las manos, los pies y una cadena con llave en la cintura como si fuera un criminal”, agregó.
Cuando le preguntamos sobre el trato en la prisión durante su detención de mes y medio, Duran dijo que no fue malo, pero que solo les daban comida suficiente para sobrevivir.
“En la mañana nos daban dos cucharaditas de cereal y dos cartoncitos de leche. Una vez por semana nos daban un desayuno especial, que era dos huevos con tocino y dos tortillas de harina”, dijo el inmigrante. “Para cenar nos daban una cucharadita de frijoles sin sal, repollo cocido sin sal y dos rebanadas de pan, pero era solo para sobrevivir”, agregó.
Durán dijo haber visto a muchos indocumentados en la prisión, tanto de México, como de Guatemala, Croacia y China. Dijo que entre los guardias allí, también había hispanos, uno que le agarró confianza y que les decían que no se preocuparan, que cada caso era diferente.
También mencionó que mientras estaba encerrado (fue llevado a la prisión en el estado de Ohio porque los centros de detención en el estado están llenos), consideró buscar la ciudadanía canadiense o buscar el asilo en España, ya que pensó que nunca saldría de allí. También, que le dieron una Biblia y que por primera vez comenzó a leerla.
“Yo estoy muy agradecido con Dios y con toda la gente que me apoyó mientras estaba encerrado”, dijo el mexicano. “Les pregunté que había hecho y por qué habían ido a Kentwood a buscarme, y me dijeron que yo no estaba en ninguna lista, que una persona me había reportado con inmigración. Yo le quiero dar las gracias a esa persona, porque ahora soy legal, me van a dar mi permiso de trabajo en seis meses, ya no me voy a tener que esconder ya que, al tratar de hacerme un daño, me hizo un bien”, agregó.
Durán y Rivera dijeron que la experiencia les dejó ver quiénes son sus verdaderas amistades, ya que las personas en que pensaban podían contar, no les ayudaron, sin embargo, otros alejados de la familia fueron quienes les dieron la mano.
“Una mujer que leyó un comentario mío en las redes sociales, me llamó y me preguntó qué me pasaba”, dijo Rivera. “Cuando le dije que mi esposo iba a salir de la prisión el viernes y que no tenía manera de ir a recogerlo, ella me dijo que me llevaba. Hubieras visto el carro en que me llevó, estaba todo chocado”, agregó, añadiendo que todavía hay personas buenas en el mundo.
El mexicano dijo que algo muy importante que también aprendió de la experiencia, fue que hay que pagar los impuestos. Dijo que antes no los pagaba, pero que ahora que se la ha dado una segunda oportunidad, no la va a malgastar, que va a hacer las cosas bien y que lea aconseja a los inmigrantes indocumentados en hacer lo mismo.
“Tengo un gasto que me va tomar tiempo para pagar, pero ahora voy a tener tiempo para hacerlo”, dijo Durán. “Lo que me salvó fue que no tenía ningún delito grave, solo el haber manejado sin licencia hace muchos años”, concluyó.
Una de las cosas que lo conmovió a él, a su esposa, su abogado y al juez de inmigración, y lo que la pareja dijo pensar fue la razón que le otorgaron una fianza para salir, fue la carta que le escribió su hija Ruby de 13 años (no biológica pero criada por Durán desde los dos meses de edad), en la que le preguntaba que cómo iba a proceder con su vida sin el apoyo de su padre.
“Me siento muy contento que mi padre ya esté en casa con nosotros”, también nos dijo Roberto, de 18 años, el mayor de sus hijos. “Me hizo mucha falta porque era quien me llevaba a la escuela, a los lugares que tenía que ir y con quien platicaba”, agregó.