Opinión por Héctor Loya
Hoy en día no es común ver a familias que tienen la necesidad de convivir frecuentemente, en una armonía ejemplar, y en la que los hijos y nietos juegan alejados de la tecnología que ahora nos absorbe para todo. Lo contrario es lo que desafortunadamente impera en las sociedades de hoy.
Las nuevas tecnologías traen consigo muchos beneficios, pero a la vez, pueden generar nuevos retos y dificultades. No solo los hijos cuentan con aparatos tecnológicos de última generación, sino también los padres, por lo que muchos de estos problemas se presentan en el contexto familiar.
La tecnología por sí sola no fomenta la desunión, de hecho, nos ofrece diversos beneficios. En realidad, todo depende del tipo de uso y de la regulación que se tenga en casa.
Según expertos debido a las adicciones al Internet y al smartphone, la tecnología separa a las familias porque las personas se hacen dependientes de estos aparatos, lo cual altera la comunicación familiar.
El uso excesivo de los aparatos tecnológicos puede generar diferentes tipos de enfermedades y males, tanto físicos como dolores de espalda, de cabeza o pérdida de la visión, así como problemas con la interacción social.
Además, aparecen problemas como el phubbing, que es la acción de ignorar a las personas que nos rodean por usar el teléfono móvil. Este tipo de comportamientos se hacen cada vez más “normales” y no solo de parte de los hijos sino también de los padres.
Referente a los hijos es importante entender que nunca hay que apartarlos de la tecnología porque es el mundo que le corresponde, pero sí hay que tener precauciones en su uso, poniendo límites en tiempo de uso y horarios. Es importante aprender cuándo es necesario usar los aparatos tecnológicos y cuándo no, tener conciencia de qué es lo que está causando con nuestras relaciones familiares y personales y de este modo no estar separados por un mal uso de esta.
